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Después de darles un beso, Juliana salió al pasillo del apartamento y antes de marcharse, se volvió con una última mirada de advertencia. Al llegar al lobby se cruzó con el señor Montolla, un jubilado español y bravucón, muy piropeador, que vivía en la planta baja a la derecha.

-¡Olé... que hembra tan guapa!

-Gracias, señor Montolla -le contestó mientras sus ojos veían a Valentina. Guapísima como ella sola, con un pantalón oscuro talle alto una blusa blanca de vuelos al frente (parecía ser su toque ya iban 3 veces que la veía vestir con blusa blanca impoluta - en la cafetería, en su casa cuando el golpe del culo y hoy-) para terminar el look tenía un abrigo también negro, la esperaba apoyada fuera del edificio.

-Lástima que no sea bizco para verte dos veces, ¡guapa!

-¡Mi madre!, señor Montolla -bromeó Juliana-. ¡Qué humor tiene usted!

Se despidió de él con una sonrisa, abrió la puerta y se encontró con Valentina. Ella la encontró tan cambiada que se quedó boquiabierta mirándola. Las veces que la había visto siempre iba de sport, con pijama o incluso con un ojo morado. Por ello al verla ante ella tan sexy y elegante, se atragantó y no supo qué decir.

-Pero muchacha, dile algo y no te quedes callada como una muerta -gritó Gloria desde el balcón.

-Sí, hermosa -gritó Lupe divertida-. Para un día que se ha vestido de mujer y no de machorro se merece todos los piropos del mundo y más.

Juliana cerró los ojos y creyó morir.

«Las mato... las mato a las dos, lo juro», pensó avergonzada.

Cuando abrió los ojos, miró para arriba y vio a su abuela y a Gloria apoyadas en la barandilla de la terraza, plácidamente.

Valentina se divertía con todo aquello, pero al ver la cara de enojada de Juliana, rápidamente reaccionó y acercándose a ella dijo:

-Estas preciosa, inspectora -y para impresionar todavía más a las del balcón, le entregó una rosa que Juliana cogió muerta de vergüenza.

-Olé y olé... el detalle fino y galante que acabas de tener, muchacha -gritó el señor Montolla desde su ventana-. Te llevas un pedazo de hembra, que porque yo ya estoy algo viejo, porque si no, no se me escapaba.

-Esto es increíble -susurró incrédula Juliana.

Aquello de pronto parecía un circo, y Valentina y ella, las payasas.

Contó hasta veinte para no soltar un típico gruñido, volvió a mirar a Valentina, que la observaba con semblante divertido.

-A veces entiendo el porqué de algunos asesinatos en serie.

Con una sonrisa, Val no le dio tiempo a decir nada más y la tomó por la cintura.

-No te preocupes, no pasa nada. Te puedo asegurar que mi abuelo, en ocasiones, es peor -y mirando a las mujeres del balcón y al hombre que desde su ventana les observaba, dijo-. No se preocupen, la devolveré sana y salva.

-Más te vale, muchacha, si no quieres tener problemas conmigo -apuntilló el señor Montolla dejando nuevamente a Juliana sin palabras.

- Ven, tengo el coche aparcado acá en la entrada del conjunto -respondió divertida. Cuando desaparecieron del campo de visión de su abuela y compañía, Juliana por fin se relajó.

-Oye, de verdad, Valentina, disculpa todo este show... ¡Mierda! -gritó al ver a Val accionar un mando y unas luces parpadear-. No me digas que el Lamborghini Murciélago Lp 640 del que acaban de encenderse las luces es tuyo.

Si yo no te tengo (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora