Capítulo 2: Brayson

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Desperté con una vista borrosa y sin saber en dónde me encontraba.

Vagué por mi mente y en forma de flashazos los sucesos de ayer regresaron a mí.

Tomé una gran bocanada de aire y luego la expulsé. Caspian me había apuñalado hasta el cansancio y era obvio que no me encontraba en una cama de hospital.

Mi corazón palpitó tan fuerte que este terminó golpeando mi pecho por dentro y, aterrorizado por mis sospechas, miré a mi alrededor.

Paredes blancas. Una pintura de la cuidad de Nueva York en pared. Y una fotografía de mi familia en México.

Me hallaba en mi habitación. 

Extrañado levante una ceja y ladeé la cabeza sin entender la situación.

¿Que demonios hacía en mi habitación?

La recorrí descubriendo así que todo se encontraba justo como lo dejé. Suspiré y tomé un cuaderno con cubierta de piel en donde anotaba cada una de mis aventuras ya que quería tener un registro de mi vida. Nox siempre me había molestado en que era un diario, a lo cual yo siempre le gritaba con la cara roja de vergüenza que era mentira.

Reí divertido, y justo después alguien abrío la puerta de la habitación alarmándome.

Era mi madre.

Entró en silencio y se quedó mirándome fijamente, yo por mi parte no pude aguantar mis terribles ganas de abrazarla lo más fuerte que mis brazos me lo permitieran y corrí hasta llegar con ella y extendí mis brazos, queriendo envolverla en ellos. Sin embargo, no hubo ninguna reacción por parte de ella. Me acerqué otro paso en la misma posición recibiendo la misma respuesta.

—¿Mamá?— pregunté dejando caer mis brazos a los costados derrotado.

—Oh, Brayson— dijo pasándome de largo con una mano sobre su pecho y con la otra cubriendo su boca— Mi pobre Brayson.

—¿Qué?— inquirí volviéndome hacía ella, pero justo cuando quise decir algo más, mi madre se derrumbó sobre la cama.

—Lo siento— susurraba una y otra vez entre hipidos— te quiero, Brayson.

Retrocedí hasta chocar con el marco de la puerta y bajé corriendo las escaleras.

En la sala de estar mi padre estaba hablando por teléfono; lucía más viejo y su mirada expresaba una terrible desolación. Mi hermano se encontraba sentado en el sofá con la cabeza apoyada en ambos brazos. Parecía devastado; lágrimas corrían por sus mejillas y de vez en cuando su garganta emitía sollozos ahogados.

—¿Nox?— lo llamé, pero recibí la misma respuesta que de mi madre.

Sacudí levemente su hombro; y la única reacción que recibí fue que elevará la vista y mirara a ambos lados.

—¡Nox, estoy justo aquí!— grité.

Un suspiró pesado salió de su boca.

Y luego mi padre habló.

—Brayson esta muerto.

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