Capítulo 20: Verena

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Cuando la puerta principal se cerró después de que ambos chicos salieran de mi casa, me permití respirar. 

Escuché por varios minutos los gritos del chico y luego de unos minutos el motor de un auto se pudo apreciar para después irse alejando. 

Moví mis pies al compas de mis piernas; estirándolas un poco. Con ayuda del sofá me puse de pie con una mueca de dolor y, arrastrando mis pies me dirigí a mi habitación; la única habitada desde hace ya varios años.

Crucé por el pasillo que me conducía a ella, sin embargo, un espejo que habíamos colgado años atrás me detuvo y observé mi rostro demacrado; con ojeras debajo de mis ojos castaños, los cuales habían perdido casi todo el rastroje color en ellos, arrugas decoraban todo mi rostro y mi cabello era, al igual que mis ojos de un tono grisáceo. Sacudí la cabeza y retomé, lentamente, el camino a mis aposentos. 

Cuando llegué, el celular que Caspian me había regalado vibró.

Con suma pesadez di unos pasos hasta la cama y me senté en ella cuidando que mi cuerpo no sufriera. Con mis manos temblorosas y dando un suspiro al aire, encendí mi teléfono. Tenía un mensaje de mi hijo.

Todo bien mamá, pero tengo que seguirme moviendo por toda la ciudad. 

Mi pecho se oprimió y apagué el celular para después dejarlo en la cama.

Pronto, recuerdos de mi vida inundaron mi mente.

Mi vida pasada, me gustaba llamarle. Antes de que el cáncer llegará a mi cuerpo. 

Me tragué un sollozo, bajando la mirada, la cual chocó con el suelo. 

Mi esposo se había ido de mi vida así como yo me fui de la suya. Y después de eso, mi hermosa Beatrice murió, sin siquiera disfrutar su vida. 

Sin darme cuenta, ya estaba llorando. 

Llorando por lo que nunca tuve, llorando porque mi hija no sé merecía aquel final trágico y porque yo, su madre, no pude hacer nada al respecto.

Limpié mi rostro con determinación. Protegería a mi hijo; aunque el precio fuera mi vida, era un precio que estaba dispuesta a pagar.

Volví a tomar el teléfono entre mis manos y entré en contactos para buscar uno en especifico: Richard

Contestó después de llamarle unas cuatro veces, y mi cuerpo se estremeció cuando escuche su voz.

— Pero mira, si es Verena — fue su saludo.

— Richard— respondí esforzándome en parecer dura— ¿estas solo?

Richard rió con amargura.

— Dios, mujer siempre fuiste muy directa.

Mi sangre hirvió bajo mi piel.

— No me digas mujer, ya no estamos casados— escupí— tengo nombre y lo sabes, ahora, quiero hablar de nuestro hijo.

Richard suspiró através de la línea.

— ¿Qué hizo?

— Necesito que estes solo para contarte— indiqué.

Volvió a reír, cosa que me molestaba de sobremanera.

— No es que hubiera matado a alguien, Verena.

Guarde silencio.

— Mierda— escuché, y después de ello le siguieron pasos, para después una puerta cerrándose.

Ambos guardamos silencio en la llamada, solo escuchando la respiración del otro.

— ¿Caspian mató a alguien?

— Sí— contesté con simpleza, no servía de nada el mentirle.

Richard respiró entrecortadamente.

— No puedes echarlo de cabeza— dije lo más tranquila que pude— es tu hijo, lleva tu sangre.

— ¡Me importa un carajo, ese chico mató a alguien!—gritó

— Intentaba salvarme, como tú no pudiste hacerlo.

Richard cerró la boca.

— Yo...,

— Escucha, promete por Beatrice que no harás que arresten a mi hijo— gruñí con un nudo en la garganta— es lo único que me queda.

Richard suspiró.

— No lo delataré, pero no cuentes conmigo para ayudarlo.

— Con eso basta, solo..., quería que estuvieras informado.

— Bien— verbalizó y después colgó.

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