Capítulo 4: Brayson

193 57 46
                                    

Mi padre lo había confirmado, que yo, Brayson West, estaba muerto.

Pude lograr reconocer los sollozos desgarradores de mi hermana a través del teléfono y de Nox, quien al escuchar aquellas palabras comenzó a llorar con más fuerza. 

Sacudí la cabeza para ahuyentar la sensación de querer lagrimear, no quería seguir ahí, viendo el sufrimiento de quienes amo sin poder hacer nada para acabar de él. 

Me encamine a la puerta decidido, pero al tomar el picaporte vacilé unos segundos, mirando por encima del hombro a mi hermano y padre.

Suspiré con fuerza y salí de mi antiguo hogar.

╴ ╴ ╴ ╴ ╴ ✧ ╴╴ ╴ ╴ ╴

Llevaba ya unas dos horas y media vagando sin rumbo alguno por las calles de Boise adentrado en mis pensamientos. Deduje que eran más o menos las siete de la noche ya que el Sol estaba a nada de desaparecer del cielo, dejando paso a la Luna.

Mi cabeza me daba vueltas y en casi cada esquina tenía que detenerme para apoyarme en un muro debido a las náuseas.

¿Por qué seguía en Boise si estaba muerto?

¿No se suponía que debía ir al cielo o algo parecido?

Sin pensar elevé la mirada al cielo y negué con una sonrisa melancólica en el rostro. Volví a detenerme en seco cuando mi cerebro llegó a una conclusión. 

Era un maldito fantasma.

¿Los fantasmas podían tocar cosas? Porque estaba más que claro que yo podía hacerlo. Y para comprobar el hecho de que no estaba equivocado palpé la superficie de la pared mas cercana. Sí, en definitiva podía tocar cosas.

Reí sin ganas, ya que no sabía con certeza qué debía hacer a continuación. Retomé el paso abrazándome a mí mismo.

¿Qué se supone que debía hacer?

¿Vagar por la eternidad?

No era precisamente lo que esperaba después de mi muerte.

Las calles estaban casi desiertas salvo por algunos oficinistas que regresaban de un día arduo de trabajo. Clavé mi mirada unos segundos en un auto de color plata que pasaba a mi lado; me parecía demasiado familiar. Pocos segundos después una chispa se encendió en mi cerebro; era el auto de mi hermana Elisabet.

No detuve mi andar, solamente me dediqué a observar como el auto se alejaba de mí. Cuando este dobló la esquina, regresé mi mirada hacía enfrente, y justo en ese momento, mi cuerpo chocó con algo haciéndome perder el equilibrio, cayéndome de espaldas.

Gruñí por lo bajo, mientras sacudía mis ropas.

—Oh Dios mío— exclamó una voz— ¿te encuentras bien?

Elevé el rostro, confundido. Mi mirada se conectó con la de una chica algo alta, aunque no tanto, sus ojos eran color miel al igual que su cabello, que le llegaba hasta los hombros.

La chica me ofreció la mano y esperó pacientemente a que mi cuerpo reaccionará. Aún perplejo, me obligué a mover mi brazo y aceptar la ayuda que me estaba brindando.

—Soy muy torpe, lo siento— se disculpó avergonzada.

—¿Puedes verme?— pregunté de golpe, lo que no fue muy buena decisión ya que la chica se quedó algo extrañada con mi pregunta.

Error 911 © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora