Capítulo 37 - Chicos de instituto

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Canción en multimedia: Another Love [Tom Odell]

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Capítulo treinta y siete: Chicos de instituto.

Martes, 4 de diciembre.

    Danielle Ilsen:

    —No dejan de mirarme.

    Charlie me ha repetido una veintena de veces que no debo hacerles caso, que es normal que haya personas curiosas con el tema de mi hermano, sobre todo cuando me he pasado una semana sin venir a clases. Lo he estado retrasando todo cuanto he podido, pero ya no hay forma de seguir haciéndolo, no podía pasarme la vida en casa, eso sólo me ha servido para empeorar, para que, durante varias horas al día, haya empezado a costarme distinguir la realidad y la ficción y, después de lo que pasó ayer, no puedo seguir en casa. Ayer me di cuenta de cómo me estaba afectando, de lo que estaba haciendo.

    Claro que no me arrepiento, conseguí unos minutos con mi hermano, pero a cambio de mucho. El sábado, o domingo por la madrugada, no sabría cómo llamarlo, me colé en comisaría, de nuevo, fotografié un informe y después lo borré de sus documentos. El lunes, ayer, tuve que romper con cualquier valor que me hubieran inculcado, me traicioné a mí misma y a todo en lo que creo, crucé la línea porque acepté hacerlo. Acepté trasladar a una pareja y a un niño que llevaban completamente dormido con ellos, no reconocí su cara, pero sabía que no dormía, sabía que no eran una simple pareja, sabía que, ese niño, estaba yendo directo a la boca del lobo. Pero lo hice igualmente. Lo hice y me quedé callada cuando Simmons, el hombre del sombrero, me dijo que había hecho un buen trabajo, sobre todo porque luego me llevó con Tim. Me dejó estar la media hora que me debía con él.

    Así que me quedé sentada en el frío suelo de un local de las afueras donde le tenían ese día, abrazando a mi hermano y queriendo borrarle del mundo, queriendo cubrirle por completo, protegerle. Dejarle fue arrebatarme el corazón, pero al menos tenía algo por lo que irme, algo por lo que seguir. Sabía que, si cumplía de nuevo, podría tener quince minutos más. Así que me fui, y ahora estoy nerviosa, rogando que suene mi busca de nuevo para hacer algo que me regales esos quince minutos. No soporto la idea de que Tim se quede solo, no quiero que piense que le han abandonado, él me necesita.

    —Ignórales —pide Charlie de nuevo. Ella da una mirada a las chicas que tenemos sentadas más cerca y les lanza una mala mirada—. ¿Qué? ¿Nos ha salido un tercer ojo? Dejad de mirar.

    Ellas no lo hacen. Me miran con tristeza, con empatía, tratan de darme el pésame como muchas personas ya lo han hecho.

    —Déjalo, Charlie, no van a parar aunque se lo pidas amablemente —murmuro.

    No tengo hambre, pero Charlie ha insistido en llevarme con ella a la cafetería y poner comida "real" -lo que en ella quiere decir comida con muchas calorías y poco saludable- en mi bandeja.

Compañeros de delitosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora