Capítulo 57 - C. Nowak

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Canción en multimedia: Now [Landon Austin]

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Capítulo cincuenta y siete: C. Nowak

Sábado, 5 de enero

Danielle Ilsen:

Presiono la punta de plástico del tenedor contra el mueble hasta que el tenedor cede. Recojo una de las puntas y lo intento una vez más para poder añadir un palo más, un dígito más, al número de días que llevo aquí encerrada bajo vigilancia a la espera del juicio. Cuatro. Cuatro días desde que vi a mi familia por última vez, desde que tiraron de mí con las manos esposadas fuera de la comisaría mientras que mi madre me llamaba envuelta en pánico y papá trataba de sostenerlas. Un par de policías, que debían haber sido los que les fueron contando todo mientras yo esperaba en la sala de interrogatorios, tuvieron que darles explicaciones una vez más, explicaciones que mi madre no estaba dispuesta a escuchar.

Aun así, aun sin el consentimiento de mis padres y siendo menor, me sacaron de la comisaría y me metieron en otro coche para llevarme lejos. Diría que no podía ser legal, pero teniendo en cuenta quiénes me rodeaban, sabía que eso no les importaba. Que la legalidad era algo que se escapaba a su descripción.

Todavía no he podido unir todo lo que pasó. Sé que me sacaron de la fábrica y creo que tengo varios flashes de la comisaría, pero no llegan a formar una historia completa. Mis recuerdos de esa madrugada no son sólidos y pasé a darme de bruces con la realidad esposada a una mesa de una sala de interrogatorios con un inspector frente a mí y mis manos ensangrentadas.

El inspector, que se presentó como inspector Moran, tuvo la decencia de ponerme algo sobre las manos al darse cuenta de mi ataque de ansiedad al ver tanta sangre y de traer algo para limpiarme mientras yo evitaba mirar. Me explicó, con una amabilidad que hasta ahora le agradezco, dónde estaba, quién era él y que tenía que hacerme algunas preguntas. Creí en él, confié en él por algo tan simple como borrar esa sangre de mis manos que sin darme cuenta había estado mirando embobada durante, por lo que el inspector dijo, más de dos horas. No recuerdo esas horas. Sólo despertar ahí, reaccionar en esa sala donde todas las emociones volvieron a mí de golpe y me llenaron con el más puro pánico y la más profunda angustia.

El pequeño trozo de plástico del tenedor se rompe una vez más, pero la marca es suficientemente clara para mí. Dejo los cubiertos de vuelta en la bolsa de papel en la que suelen traerme la comida y, en silencio, la dejo junto a la puerta. Golpeo dos veces y vuelvo a adentrarme en la habitación. Veo, en la distancia, cómo abren la puerta del piso para llevarse la bolsa y volver a cerrar con llave.

Cuatro días aquí y a dos días de que ese juicio, esa formalidad, me deje con una condena tan grande que dudo estar viva cuando eso termine. Simmons se ha asegurado bien de eso, se aseguró aun cuando ya me había robado todo. Con todo, no pude procesar las cosas a tiempo, no era capaz de pensar con claridad ni entender nada, ojalá hubiera podido, quizás así hubiera podido aprovechar los pocos minutos que tuve con el señor Bremen antes de que mi abogado entrara y me pusiera el "bozal". Rendell Ward se presentó como un salvador, pero sus palabras fueron claras. En cuanto se quedó a solas conmigo, me advirtió:

Compañeros de delitosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora