Capítulo 15 - Segunda entrega

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Canción en multimedia: Feel like I'm drowning [Two Feet]

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Capítulo quince: Segunda entrega.

No esperaba ser capaz de hacerlo, pero supongo que somos capaces de lo que sea cuando no nos queda otra opción, incluso de ir a una antigua fábrica de cerveza -ahora abandonada- a las afueras de la ciudad, colarse y recorrer, en la oscuridad, sala tras sala sabiendo que hay alguien observándote, midiendo cada uno de tus pasos y esperando el momento adecuado para aparecer.

    Me citaron aquí, una semana después de la primera entrega y, esta vez, un jueves. Pero no hubo más. Sólo la hora y el lugar. No pidieron nada. Extrañamente eso fue lo que más me asustó. Después de una semana teniendo tiempo para aclimatarme, para asimilar lo que pasó hace dos lunes, ha vuelto a ser mi hora, y esta vez no tengo más remedio que ir sola. Pensé, y estuve a punto de, contárselo a Jayden, pero, ¿qué obtendría de eso?

    Nada bueno.

    Aun así, aunque no viniera, necesitaba hacérselo saber. Y lo hice. Me sentí una estúpida después de pararle en el instituto esta mañana, esperando frente a la puerta de Francés para poder intercambiar poco más de un par de palabras antes de irme a casa.

    "Mi segunda entrega es hoy", dije.

    Él esperó unos segundos, como si supiera que yo iba a pedir algo más. Quería hacerlo, quería rogarle que me acompañara una segunda vez, que estuviera ahí, pero no podía y ambos sabíamos eso. Así que lo dejé estar. Jayden asintió y se fue a casa. Mi corazón se sintió más apretado en ese momento, como si una mano acabara de cerrarse a su alrededor ante la certeza de que no habría nadie conmigo esta vez. Dejaron demasiado claro que no debía haberlo, pero no pude contener el avisar. Porque, ¿y si pasa algo? ¿Y si desaparezco como tantos? Quienes están detrás de esto tienen recursos y, definitivamente, no están jugando.

    Supongo que sólo quiero que, si pasa, alguien sepa que no me escapé.

    Que alguien haga saber a mis padres que no fue por voluntad propia.

    Busco algo en esta zona que me distraiga de pensar en ello. Estoy paseándome por el tercer piso, recorriendo pasillos desde los que, de estar todo en funcionamiento, podría ver las botellas recorrer largas cintas en la planta de abajo, listas para ser llenadas. Ahora, al otro lado del cristal, sólo hay grandes máquinas completamente vacías y, curiosamente, impolutas.

    Apoyo las manos contra el cristal, esta fábrica lleva al menos diez años cerrada, lo sé porque lo busqué nada más recibir la ubicación. Me esperaba que fuera como las películas, una fábrica rota, con botellas rotas, suciedad y grafitis por todas partes, pero en su lugar me he encontrado con una fábrica cerrada a cal y canto, impoluta por dentro y lista para funcionar un día más.

    —Es magnífica, ¿verdad?

    Esa voz, desgraciadamente reconocible, me hace saltar. La tensión que no había sentido mientras, distraída, había empezado a imaginar la fábrica en funcionamiento, seguía ahí, esperando, y ahora me aceleran al girar tan bruscamente.

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