Capítulo 35 - Atrapados

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Canción en multimedia: On a Prayer [Boy in Space]

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Capítulo treinta y cinco: Atrapados.

Jueves, 28 de noviembre

    Danielle Ilsen:

    Dejo el coche cerca de la entrada, sólo por si tengo que salir a toda prisa. Llevo el móvil en el bolsillo por si acaso que, aunque apagado, me trae cierta seguridad. Las llaves están en mi bolsillo delantero, quiero poder alcanzarlas rápido, abrir el coche y meterme a gran velocidad.

    No me paro a esperar en la puerta, la valla está ahora abierta y los candados que hay en el suelo cuentan la historia de cómo sellaron este lugar, ahora la entrada está abierta. Y voy.

    El lugar está en completa oscuridad, lo único que puedo ver es gracias a una noche despejada y a que mis ojos se acostumbran a la oscuridad con facilidad porque, fuera de eso, estaría ciega. Mi coche no era el único fuera y, por su estado, dudo que fueran abandonados. Aquí hay gente, mucha. El problema es saber dónde, quiénes y, sobre todo, por qué están aquí.

    Paseo con lentitud por el lugar, centrada en el camino porque, al final, lo que quiero es que me vean, que alguien me diga qué he de hacer ahora. Quiero terminar e irme, como siempre. El problema es que, por mucho que ando, no doy con nadie, termino desesperándome un poco, pensando que he mirado mal la ubicación, que la he fastidiado, que aquí se acaba todo, pero, en medio de mi agobio, veo algo de luz. Entrecierro los ojos para verlo mejor, después me meto entre los puestos abandonados en busca de ese que han iluminado. Tiene que ser ahí.

    Y, si no lo es, bueno, ¿qué más me queda por perder?

    Ese pensamiento es reconfortante, aunque sea para mal, pero lo es.

    Me muevo con rapidez, con miedo de que la luz se apague y yo me quede fuera. No sé por qué, pero ese pensamiento me aterra. Cuando llego, veo que son luces de colores de las que puedes comprar en muchas tiendas de muebles para decorar la habitación, están encendidas y colocadas a lo largo de la caseta. Esa que una vez sirvió como:
    "El laberinto de los espejos."

    Maldigo entre dientes, tiene que ser una broma. ¿Espejos?

    Giro sobre mis talones, buscando algo de movimiento u otra luz, esto puede no ser lo que estoy buscando, puede que se haya colado un grupo de amigos y que no sean ellos, puede que me estén esperando en la entrada. No lo sé, pero, bajo el silencio de la noche, clavo el pie en el suelo con fuerza y me meto en el laberinto de espejos.

    Su nombre hace buena referencia al lugar, nada más pongo un pie ahí y la puerta se cierra detrás de mí, estoy rodeada de... bueno, de mí misma. Mi primer instinto es girarme, buscar algo en el reflejo que me advierta si hay otra persona aquí, cualquier cosa en el borde, pero apenas veo con la poca luz que hay, con esas bolas de colores que también adornan el techo.

Compañeros de delitosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora