Capítulo 31.2 - Acción de Gracias [II]

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Canción en multimedia: Backwards Love [Taska Black]

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Capítulo treinta y uno: Acción de Gracias [II]

22 de noviembre

Danielle Ilsen:

    Me aferro al bidé, mis manos rozando el gélido mármol y mis piernas temblorosas. Hay una fina capa de sudor envolviendo mi cuerpo por culpa del esfuerzo. No queda nada en mi estómago, peor todavía, incluso sin haber nada mi estómago está revuelto y me obliga a arquearme por miedo a vomitar de nuevo. Incluso mis ojos están llenos de lágrimas tras tantas arcadas.

    Me quedo hasta que mi estómago se asienta de nuevo. Mis padres y mis hermanos se han subido al avión a primera hora de la tarde y yo me he quedado dando vueltas un rato más antes de tener mi tarea de hoy. Cada vez van a peor, las misiones, había esperado que el tiempo lo haría una costumbre, pero no ha sido así, en su lugar cada vez vuelvo peor.

    Mi tarea de hoy ha sido extraña. No estoy segura de lo que ha pasado, he tenido que llevar el coche a un callejón, esperar unos minutos y trasladar a dos hombres a otra ubicación. No sé qué llevaban consigo, no sé quiénes eran, pero admito que mi corazón ha dado un vuelco al ver, cuando uno de ellos ha apoyado la mano sobre el asiento delantero para señalarme dónde debía dejarles, cómo había manchas rojas sobre su manga y muñeca. Sangre.

    Al llegar a casa, he vomitado todo lo que había en mi estómago. ¿Qué habrán hecho? ¿En qué he sido cómplice?

    Lo peor ha sido después, al llegar cuando, al buscar refugio entre mis mantas, el busca ha sonado de nuevo. El sonido de mi infierno con dos palabras que me han robado la seguridad, el aire y la fuerza: "Buen trabajo."

    Me doy una ducha para borrar el sudor y con la esperanza de entrar un poco en calor. Al salir, me siento más débil que nunca. Tardo más de la cuenta en secarme el pelo, lo sé, también me echo la crema hidratante que huele a rosas que antes tanto me relajaba, me pongo mi pijama más cómodo: el de los pantalones largos de satén, camiseta de tirantes blanca básica y camisa a juego con el pantalón abierta. Meto los pies en mis pantuflas, sin fuerzas de nada. Pensando. Pensando y queriendo dejar de hacerlo.

Este año no voy a pasar un Acción de Gracias en familia ni voy a disfrutar de las delicias que preparan mis abuelos. Ni siquiera ceno a la hora, me quedo en el salón un buen rato antes de prepararme un té. Un té y un par de tostadas.

Feliz Acción de Gracias a mí.

Me llevo la taza de té a los labios.

Le doy un sorbo, es de frutos rojos y, por desgracia, sin azúcar que lo suavice. Tengo el edulcorante que usa mamá, le he echado un chorro, pero su sabor nunca me ha llegado a gustar así que ahora deja un deje amargo en mi paladar. No tardo en terminarlo en busca de calor, después me recuesto en el sofá, me echo una de las mantas por encima y cierro los ojos. El problema es que no puedo mantener los ojos cerrados por mucho tiempo antes de que las imágenes me golpeen y que mi subconsciente me haga sentir que hay alguien más aquí, mirando, moviéndose, escondiéndose. Así que abro los ojos, quito el sudor que se ha ido creando en mi frente por la incomodidad y el miedo y vuelvo a sentarme.

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