Capítulo 22 - Tarde sobre ruedas

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Canción en multimedia: Daylight [Taylor Swift]

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Capítulo veintidós: Tarde sobre ruedas.

Viernes, 9 de noviembre

    Danielle:

    Jayden deja a Lily en mi casa a las cinco en punto, no se retrasa un sólo minuto y ella, con la alegría de siempre, me da un fuerte abrazo. Jayden me pasa una bolsa pequeña con lo que describe como un "inhalador con antihistamínicos", algo que después me explica como un "inhalador por si le da la alergia". Llega a ofenderme un poco su forma de no fiarse de mí, es decir, ya me ha dicho que ella es alérgica al melocotón, es obvio que no voy a pedir un pastel de melocotón para ella, pero esa sensación desaparece cuando sé que yo haría lo mismo. Ese "por si acaso" que cada vez resuena con más fuerza en nuestras cabezas.

    Él desaparece con la misma velocidad con la que llega y, después de que Lily y mis hermanos revolucionen la casa por un rato, me los llevo a los tres a los recreativos.

    Rob y Charlie ya están ahí cuando llegamos, esta vez el hermano de Rob no está por ningún lado, pero ya se han asegurado de elegir una mesa grande para que quepamos todos. Me siento junto a Charlie quien no tarda en sonreír al ver a Lily, la conoce de alguna de las veces en las que ella estaba en nuestra casa jugando con los gemelos mientras que Rob y Charlie estaban tirados por el sofá como si la mía fuera también su casa. Que prácticamente lo es. Los gemelos ya se han sentado junto a Rob, puede que no le admiren tanto como a Jayden, pero se llevan bastante bien.

    Más o menos.

    —¡Pero si es Lily! —llama Charlie.

    —¡Hola, Charlie!

    —Hola, preciosa, ven, dame un abrazo —pide Charlie.

Juro que no hay nadie en el mundo que pueda resistirse a esa niña, ojalá pudiera cambiarla por mis hermanos. Quizás pueda hacer algún trato con Jayden para cambiarlos, sólo por unos días, sólo hasta que cumplan los dieciocho y se vayan a la universidad. O hasta que yo me mude, sí, eso serviría.

Charlie toma a Lily entre sus brazos y vuelve la cabeza hacia Rob.

    —Es mi nueva hija —gesticula hacia él. Yo consigo captar lo que dice y ahogo las ganas de reír. Ya empieza. Cuando la suelta, pasa las manos por su pelo, viendo cómo el tono rubio brilla bajo las luces del establecimiento—. ¿Luego me dejas hacerte una trenza?

    —Luego vamos a patinar —interrumpe Tim.

    Lily le mira, dudosa. Arthur ya ha descartado patinar, no le hace mucha gracia y me he enterado tarde de que se ha dejado el inhalador en casa, tan tarde como ha sido al cerrar la puerta del coche una vez estábamos aquí así que, aunque él quiera, dudo que yo le permita hacerlo. Puedo sonar exagerada, pero no olvidaré jamás cuando, a los seis años, le dio un ataque de asma fuerte. Estábamos en el coche, le dio de la nada y no teníamos el inhalador ahí, de nuevo, él se lo había dejado y no nos había avisado. Era sólo el camino de vuelta de casa de nuestros abuelos al hotel en el que nos estábamos quedando, sólo eso, pero le dio.

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