escuché

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Sugey

Desperté en una habitación de hospital, el olor a antiséptico invadiendo mi nariz. Mi onesie gris ya no estaba, tenía uno color blanco, tenía este casco cubriéndome la cabeza, cara y cuello. Apenas y podía ver por la rejilla del casco, el bióxido de carbono causaba un paño en el visor del casco, hacía calor.

Mis manos y pies estaban atados, traté de zafarme pero solo lograba causar irritación en mis articulaciones aprisionadas.

Me quedé pensando en la situación en que me encontraba, dónde estarían Gracia y Jesse, debí suponer que Phil ocultaba algo. Era mayor a todos, y me sentía tan tonta por no haberlo visto. Era un infiltrado. Pero por qué soportó los malos tratos si podía evitar todo lo que pasó. Mis párpados me pesaban y cuando menos lo esperé estaba soñando.

Las ganas de orinar me despertaron, no sentía la presencia de nadie alrededor, traté de soltar mis ataduras moviéndome frenéticamente. Mis manos se habían dormido,  me sudaban tremendamente las manos, rogaba porque ayudara a deslizarme de las cintas. Con éxito, mi mano izquierda quedó libre. Ayudándome con mi mano libre liberé la otra, me senté y fue fácil deslizar mis pies de las cintas, aventé el casco al suelo.

El sudor resbalaba por mis mejillas a mi cuello, causándome escalofríos. Estaba en una gran habitación blanca apenas podía ver las paredes a mí alrededor. Traté de localizar alguna puerta haciendo un escaneo visual rápido, ninguna a la vista, tendría que bajar de la camilla. Tome el casco entre mis manos y pisé el suelo.

Sin zapatos o calcetines, odiaba tocar el suelo descalza, pero era primordial encontrar un baño. Tomé el casco para lanzarlo a la primera persona que viera. Corrí sobre mis puntas de los pies. Llegué a la pared y me puse contra ella, con ayuda de mis manos trataba de encontrar alguna abertura, necesitaba salir de ahí. Ya me urgía descargar.

Empezaba a perder las esperanzas. Hasta que encontré una irregularidad antes de llegar a la 3era esquina. Empujé con fuerza y cedió. Caí con todo y esquina al suelo. Un gran eco resonó. Me paré inmediatamente, y me coloqué contra la pared del pasillo. Estaba oscuro, solo podía ver hasta cierto punto gracias a la luz del cuarto donde me encontraba.

Corrí hacia el final del pasillo, vi una ventana. Ya era de noche. Con todas mis fuerzas golpeé la ventana, vidrio reforzado, después de una infinidad de golpes, recordé que el vidrio no necesita de golpes para ser cortado la ventanilla parecía ser de un material duro, después de todo había soportado el golpeteo todo este tiempo.

Azoté el casco al suelo y se desprendió el visor. Hice líneas que se encontraban a lo largo y alto que podía del ventanl reforzado. Y de nuevo agarré el casco, el vidrio empezaba a quebrarse. Mis músculos clamaban que parara, pero no podía parar, tenía que salir de ahí.

Al caer el vidrio en pedazos, una alarma se activó, el pasillo se iluminó y salté hacia la ventana sin importar que algunos pedazos de vidrio se incrustaran en mi mano izquierda. Salté y caí. No por mucho tiempo estuve cayendo, había caído sobre una carpa.

La carpa se venció sobre mi cuerpo y mi cadera se impactó con una estructura de metal. El dolor no se hizo esperar, ya me imaginaba el tremendo hematoma que se estaba formando. Se había derrumbado parte de la gran carpa.

Las sirenas de la alarma seguían sonando. Las luces se empezaron a encender una por una, busqué desesperada dónde ocultarme. Había arbustos a unos 100 metros y las lámparas lograban apenumbrar el lugar.

Contuve el dolor y me lancé al arbusto. Justo a tiempo de ver soldados recibiendo órdenes de encontrarme. Fue ahí que sentí en mis pies descalzos una gota caliente. Mi mano izquierda estaba sangrando. Retiré los vidrios incrustados, arranqué la manga larga de mi onesie e hice un torniquete. Todos me buscaban frenéticamente.

Mi cadera empezaba a dolerme, me movía de vez en cuando para que la sangre siguiera circulando. Las ganas de ir al baño habían cedido, pero sabía que cuando regresara la sensación, sería más fuerte. Después de varias horas de búsqueda sin resultados. Empezaron a moverse lejos del lugar.

Esperé un rato más. Espalda contra la pared iba avanzando. Seguía teniendo ese casco en mi mano. Vi una hilera de cabinas de baños portátiles en otra sección. Vi hacia todos lados y esperé para ver si alguien venía. Nadie.  Mi alma se liberó.

Con un problema menos, decidí recorrer el lugar. Tal vez encontraría un lugar donde pasar lo que quedaba de la noche.

Escuché un ruido pero antes de saber qué/quién lo producía las luces se apagaron. 

SilencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora