Él era un machista, en una tribu donde se regía por sus leyes.
Él siempre estuvo ahí para joderme la existencia, y alejarme de todo.
Él siempre me dijo que iba a moldearme a su gusto, y yo tendría que aceptar.
Nunca me cansaré de decir que es un gra...
"Una persona que quiere venganza guarda sus heridas abiertas."
-Sir Francis Bacon
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
. . .
Azzad había roto mi corazón.
Le pregunté al día siguiente si había hecho lo que Emirhan me había dicho, y no negó absolutamente nada.
Yo me sentía vacía y triste, en él había confiado sin pensar. Que tonta fui. Lloré durante la noche, dejé salir todo para no llorar después más por él, la verdad no sé si lloraba por él, o por toda mi vida de mierda.
El energúmeno de Emirhan estaba aquí, justo frente mío conversando con mi familia, había venido a pedir mi mano. Yo ni lo quería ver por lo ocurrido la noche anterior, estaba furiosa, y una parte de mi avergonzada, no sabía el porqué, yo no tenía la culpa de nada.
Él miraba igual que siempre, con una puta sonrisa todo.
No sé cuánto tiempo pasó, no presté mucha atención. Hasta que sentí todas las miradas en mi, y reaccioné.
Emirhan estaba arrodillado frente a mi, y lo que dijo mandó una señal de alerta a mi cerebro.
—¿Quieres casarte conmigo, Aydan?—Esa pregunta salió segura de sus labios.
De pronto se me revolvió todo.
No podía respirar, no reaccionaba y sentía como lágrimas mojaban mis cachetes. Iba a decir mi respuesta; vi la cara de mi padre, que claramente me advertía que si hacía algo erróneo, no iba a vivir para contarlo, y eso solo me animaba a hacerlo, pero vi la cara de mi madre, me miraba con súplica, casi la escuchaba susurrándome un "por favor", y no pude contra eso.
Lo encontré un vil forma para hacer que acepte asqueroso destino.
—Si. Si quiero casarme contigo.—Lo dije tensa. Todos en la sala se alegraron, pensaron que diría que no.
Si decía que no, solo quedaría un mal sabor de boca, porque me obligarían a aceptar y a cargar con ese anillo, no sin antes darme una lección.
Si uno hace lo que desea todo se complica, en cambio aceptar cómo esperan que lo haga es mucho mejor, eso lo aprendí a base de muchos golpes.
Puso el anillo en mi dedo, le dió un beso a mi mano, se paró y me dio un beso en la frente. Yo solo agache la cabeza y unas lágrimas escaparon de mis ojos, ando muy llorona.
—Por fin haces algo bien, amor.—Me susurro al oído y se alejó. Lo miré mal. Luego vi a mi padre que me miraba en un gesto de desaprobación, el energúmeno se le escapó un risa.
Maldito imbécil.
Casi de inmediato mi madre se acercó a mi, y me felicitó al igual que mi hermano, fue muy incómodo porque sus felicitaciones eran palabras vacías, todos sabíamos que esto no me hacía feliz.