Capítulo (29).

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NO SABER AMAR

"Puede uno amar sin ser feliz: puede uno ser feliz sin amar; pero amar y ser feliz es algo pródigo"

-Anónimo.

Le quería dar espacio a Aydan, al fin y al cabo yo cause todo esto y le arruine su fuga con su amiguito

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Le quería dar espacio a Aydan, al fin y al cabo yo cause todo esto y le arruine su fuga con su amiguito.

Sé que soy un asco pero no puedo dejarla ir, tampoco quiero seguirla dañando. No sé qué hacer, me encuentro perdido.

Al llegar a casa, subió a la habitación sin mirar atrás, tan rápido, que era como decirme: "No te atrevas a seguirme", y no lo hice.

Yo me sentía mal, no podía ni imaginarme como se sentía ella con todo esto.

Me senté en el sillón, me dolía la cabeza de tanto pensar.

Habían pasado unos 10 minutos y Me acordé que el doctor me dijo que no la dejara sola porque estaba atravesando algo muy fuerte, y qué no estaba en su mejor momento psicológicamente.

Quería darle más tiempo, porque sabía que si me veía, iba a ser una guerra, sin embargo subí, porque era lo mínimo que podía hacer, comprobar que estuviese bien.

Llegué a la habitación. Estaba su velador Abierto y se escuchaba la ducha correr.

Y tuve la necesidad de saber que estaba bien, no me importaba si terminaba con ella gritándome y exigiéndome que saliera de su vista, prefería eso a que se calle lo que siente.

Me acerqué a la puerta del baño y toque.

—Aydan..—Otros toques le di. No había respuesta.

Luego de unos segundos repetí la acción y al no haber respuesta tan sólo abrí la puerta, y para mi sorpresa estaba abierta.

—Aydan, lo siento, la puerta estaba abier...

Lo que vi dentro de el baño me dejó sin palabras.

Fue una imagen horrible, se sintió como un balde de agua fría que me dejó helado, me congelo de tal manera que no di ni un paso más, mi corazón se paró en ese instante, mi cerebro no procesaba la imagen que le daban mis ojos.

La vi a ella, en ropa interior, con la cabeza hacia un lado, con tanta sangre corriendo por sus brazos que el agua se llevaba por los cortes tan profundos que tenía, tan pálida, tan sin vida, la vi.

Por fin la pude ver.

Por fin pude ver como estaba Aydan, por fin pude verla como estaba gracias a mi.

Mi corazón de estar congelado paso a palpitar demasiado rápido, mi cerebro de estar blanco ante tal imagen, me paso a dar demasiadas indicaciones.

Mi primer instinto fue correr a ella, y abrazarla. Cerré la llave y aún no entendía lo que sucedía.

—Aydan...—Mi lágrimas comenzaron a salir de mis ojos.—Mierda, Mierda, No...

Mi Maldición.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora