REALIDAD.
"Todos debemos sufrir una de dos cosas: el dolor de la disciplina o el dolor del arrepentimiento o desilusión"
-(Jim Rohn)
Emirhan era una bola de fuego que consumía y arrasaba con todo, y yo estaba dentro de ese todo.
Estábamos subiendo la escalera de la mansión demasiado rápido.
A tropezones me llevaba, él no aflojaba su agarre de mi brazo, y realmente yo ya no lo sentía, no estaba segura si seguía circulando sangre por ahí.
Con cada palabra que yo decía, tomaba más fuerte mi brazo, preferí ya no seguir hablando.
Luego de recorrer el pasillo llegamos a la habitación que compartíamos. Literalmente me tiro dentro de ella, casi caigo.
Cerró la puerta.
Se giró hacia mi y me propinó una cachetada con la que giró mi cara hacia un lado.
Abrí mi boca por el impacto y moví un poco mi mandíbula, recibir cachetadas no era algo nuevo para mi—Por mas triste y penoso que suene—Mi padre siempre me dio cachetadas, desde niña por llevarle la contra, por no ser sumisa como quería que fuese.
—No te quiero oír, Aydan. No hoy.—Él respiraba fuerte, yo igual.
—¿Tenías que golpearme, pedazo de imbécil?—Me acerque a él, encarándolo. Quería devolverle el golpe, pero sabía que nada bueno saldría de eso—La última vez hiciste lo mismo y no tenias el derecho como tampoco ahora.
—Parece que es cómo entiendes. Hasta los animales más salvajes son domados, Aydan, no serás la excepción.—Todo en él gritaba en enojo.
—Emirhan, no soy un animal.—Me enfurecía que me trate como si fuese uno.—Siempre me has tratado como uno. Aún me acuerdo cuando me golpeaste y mi padre te lo permitió.—Sé que tengo que dejar ir eso, sin embargo fue algo que me marcó durante toda mi adolescencia.
—Parece que lo eres, porque no obedeces. Te dije que te callarás, pero aquí estás hablando.—Me tomo del pelo, suavemente, pero fue apretando su agarre.—Además ahora si puedo corregirte, eres mi esposa.
Había olvidado por unos días mi realidad, lo que me tocara vivir. Aquí está una de las reales facetas de Emirhan. Una de muchas.
—Suéltame.—Lo comencé a golpear en el pecho.
Él con una mano sostuvo mis manos y con la otra tenía agarrado mi pelo. Me levantó la cara y me besó. Empezó a empujarme hacía atrás. Yo le seguía diciendo que me soltara, con un nudo en la garganta, uno de rabia y miedo.
—Eres mi esposa, Aydan. Mi esposa, no de ese maldito.—Me dió otro beso en la boca.—Mierda, eres mía.
Es lo que me das miedo, aquí, no hay nadie que me pueda proteger de Emirhan.
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Mi Maldición.
NonfiksiÉl era un machista, en una tribu donde se regía por sus leyes. Él siempre estuvo ahí para joderme la existencia, y alejarme de todo. Él siempre me dijo que iba a moldearme a su gusto, y yo tendría que aceptar. Nunca me cansaré de decir que es un gra...