CAPÍTULO 9

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 Tomó la decisión de no regresar a la mansión esa noche, a decir verdad no se sentía preparada para verle la cara a nadie, necesitaba estar sola.

Se registró en el hotel y subió hasta su habitación, dejándose caer pesadamente en la enorme cama, para quedarse a los pocos minutos profundamente dormida.

La luz que se filtraba por las cortinas abiertas terminó por despertarla, se percató de su imprudencia al ver que aún vestía su traje de oficina. Se quitó la ropa y se metió a la ducha, el agua caliente relajó un poco la tensión de su cuerpo. Se envolvió con una toalla observando con una mueca su arrugada ropa esparcida en el suelo. De ningún modo podía ir a la oficina con ella puesta y a decir verdad, ni siquiera tenía ganas de ir ese día. Sin embargo era inaceptable faltar por varias razones, una de ellas muy especial.

Pagó la cuenta de la habitación y dado que se encontraba en el centro de la ciudad, se dirigió a una tienda y compró una muda completa de ropa. Se vistió con un sencillo vestido de lana con cuello de tortuga ancho, color gris claro, que le llegaba poco más arriba de la rodilla, se puso un cinturón de un tono más oscuro enmarcando su estrecha cintura y zapatos de tacón bajo. Una vez arreglada pasó a una peluquería para que le hicieran un apretado moño en la nuca.

Llegó a la oficina a media mañana, saludó a las chicas apresurándose a entrar en a su despacho. Firmó algunos documentos que dejaron sobre su escritorio e hizo algunos llamados telefónicos, para luego pedir a su asistente fuera a por unos documentos muy importantes al despacho del anciano Totosai.

- Señorita Kagome, acaban de llegar las personas que esperaba – anunció Rin con una amplia sonrisa.

- Rin, ¿en qué quedamos la última vez? – la reprendió cariñosamente, al tiempo que se ponía de pie presurosa a ir al encuentro de los visitantes.

- Lo siento... Kagome – corrigió con una risita. Hace días que le había insistido en que la llamara por su nombre, después de todo, habían entablado una verdadera amistad. Rin hizo pasar a las personas. Una mujer y un niño entraron al instante.

- ¡Kagome! – gritó el niño corriendo a los brazos que ya lo esperaban abiertos.

- Shippo – rió la joven apretando con dulzura al niño en sus brazos, levantó la vista hacia la mujer que los miraba con una gran sonrisa – Sango – murmuró emocionada abrazando a su amiga.

- Kagome, te extrañé mucho – dijo la joven con voz entrecortada por el llanto.

- Y yo a ti – contestó la otra en el mismo tono.

- ¿Cómo estás?. ¿Cómo te has sentido? – preguntó preocupada

- Hablaremos de eso después – contestó mirándola dándole a entender que para ello debían estar a solas, Sango asintió comprendiendo.

Media hora más tarde, Shippo seguía monopolizando la conversación relatando todo lo que había sucedido luego de la partida de Kagome, su salida del hospital, y la noticia de que se iría a vivir con ella. Llamaron a la puerta, y entró Totosai, indicándole que había preferido llevar los documentos personalmente, dada la importancia que tenían. Kagome agradeció el gesto, cogió los papeles dándoles una rápida ojeada. Sonrió complacida.

- Shippo. ¿Sabes lo que significan éstos documentos? – Preguntó, sentándose junto al niño que la miraba confundido negando con la cabeza en silencio – Son papeles de adopción – informó con una cálida sonrisa acariciando con ternura la cabeza colorina.

- ¿Y eso qué es? – preguntó

- Eso significa que si firmamos estos documentos, y sobre todo si tú lo deseas, legalmente puedes convertirte en mi hijo – explicó ante la mirada atónita del pequeño.

Nisshoku no kokoroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora