Kagome luchaba contra su agresor, convulsionándose violentamente, en un infructuoso intento por liberarse, ya que los brazos de Naraku parecían estar hechos de acero.
- Más vale que te tranquilices fierecilla, de lo contrario mi trato no será tan delicado como ambos desearíamos que fuera – advirtió ejerciendo más presión en sus extremidades apretándola con tanta fuerza que la joven gesticuló una mueca de dolor.
Sin embargo el dolor y sus palabras no lograron acobardarla, y continuó moviéndose, le lanzó una patada a la espinilla al mismo tiempo que mordía la mano que cubría su boca. El hombre gimió de dolor lanzando una maldición. Hizo el intento de salir corriendo pero él nuevamente la retuvo de un brazo incrustando los dedos en su piel, halándola bruscamente, ante lo cual no pudo reprimir un grito de dolor.
- ¡Perra! – rugió Naraku furioso zamarreándola, para luego darle una bofetada tan brutal que la hizo tambalear y estrellarse violentamente contra una mesa de arrimo, derribando a su paso un jarrón con flores, el cual se quebró en mil fragmentos. No logró recuperar el equilibrio cayendo al suelo, lastimándose una mano con un filoso cristal. El hombre se inclinó para levantarla sin delicadeza alguna.
- ¡No!... ¡Suéltame! ¡¡¡Suéltame maldito!!! – gritó con una mezcla de furia y miedo
- ¡¡Cállate!! – ordenó sacudiéndola, volviendo a golpearla con el dorso de la mano
- ¡Kagome! – exclamó una voz asustada a espaldas del sujeto. Kagome abrió desmesuradamente los ojos aterrorizada.
- ¡Corre! ¡¡¡Huye de aquí!!! – ordenó la joven desesperada. El niño por un instante no pudo reaccionar, pero recuperándose se echó a correr. Naraku escupió un improperio queriendo ir tras el pequeño – ¡¡No!! ¡¡A él no lo lastimarás!! – gritó Kagome sujetando con todas sus fuerzas al hombre, evitando o al menos retrasándolo para que el niño lograra escapar y ocultarse.
- ¡Suéltame perra! – exigió forcejeando con ella, perdiendo la paciencia ante la tozudez de la chica, volvió a propinarle un tercer golpe, pero esta vez utilizando el puño. Kagome ahogó una exclamación ante el intenso dolor que sintió en el mentón. Por la brutalidad del impacto fue expulsada contra la pared golpeándose duramente en la cabeza, cayendo desmayada al suelo – Al menos con eso dejarás de estorbarme por unos instantes – declaró antes de salir tras el niño.
Shippo, corría a través del bosque lo más rápido que le permitían sus cortas piernas, Inukin iba más adelante despreocupado como si se tratara de otro de los juegos de su pequeño amo, quien de pronto tropezó con la sobresaliente raíz de un árbol, cayendo pesadamente al suelo, sin embargo se puso de pie reanudando su carrera. Naraku corría tras él, había alcanzando a vislumbrar la dirección que tomó el niño, pero estaba lejos cuando comenzó a seguirlo, por eso le había perdido la pista. Lanzó un sinfín de maldiciones, golpeando frustrado unas ramas. Decidió regresar a la casa, antes que la mujer recobrara el conocimiento "El imbécil de Inuaysha debe estar por regresar, y no me conviene tener que enfrentarlo. Su mujercita es mi única prioridad en este momento. No pienso perder la posibilidad de disfrutar de esa ricura antes que Kikyo acabe con ella, nada más me importa" pensaba sonriendo diabólicamente.
Al entrar la joven se encontraba en la misma posición, la tomó en brazos, saliendo con ella de la casa, depositándola en el asiento del copiloto de su vehículo, saliendo posteriormente de la propiedad rumbo a la carretera.
Inuyasha bajó de su auto, seguido por Miroku y los oficiales de policía Takawa y Nibura. Subió las escalinatas de la puerta principal arrugando el seño, al notar que la puerta se encontraba entreabierta. Supuso que Kagome los vio llegar, aún más extrañado de que no saliera a recibirlos.
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Nisshoku no kokoro
RomansAmor y felicidad, en un instante traducido a dolor y rencor. traición y maldad rodean la vida de Kagome, a causa del hombre que amaba y su propia sangre. La mente dice que el odio es más fuerte, ¿Pero que piensa el corazón, cuando cae prisionero de...