CAPÍTULO 11

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Se alejó un poco de su compañero de baile llevándose una mano a la boca, temiendo que esas nauseas aumentaran, por lo que intentó sacudirse esas imágenes.

- Señorita Kagome, ¿se siente usted mal? – preguntó el hombre preocupado al ver su acción y palidez

- Sí, un poco – contestó y era verdad, su cabeza traicionera le estaba mostrando cosas que de verdad la enfermaban – Necesito descansar un momento, por favor discúlpeme – pidió caminando hacia algún lugar indefinido.

- ¿Quiere que le traiga un vaso de agua? – preguntó mientras la seguía de cerca.

- ¿Eh?. Sí, sí eso sería estupendo – accedió de inmediato, con la intención de deshacerse de su acompañante, se sentía culpable dada la preocupación que él le demostraba, pero en verdad no quería hablar con nadie.

- Voy de inmediato, por favor espéreme en este lugar, regreso enseguida – indicó el joven.

Kagome esperó que se alejara un poco para escabullirse entre las personas, necesitaba un poco de aire, se estaba asfixiando. Caras grotescas y distorsionadas se le cruzaban a cada paso, quería empujarlos, hacerlos a un lado para avanzar más rápido y alejarse lo antes posible de ese lugar. Unos metros más adelante vio su tabla de salvación, una puerta de vidrio corrediza que seguramente daba hacia la terraza y el jardín. Justo lo que necesitaba en ese momento. No había nadie cerca de la puerta, por lo que su desaparición no llamaría la atención, la abrió disimuladamente y se escabulló a través de ella. La brisa nocturna se estrelló contra su piel, aliviando en gran medida el malestar, pero era consiente que eso no era suficiente, con sólo pensar dónde y en qué situación se encontraba Inuyasha, las ganas de vomitar regresaban.

Se alejó de la puerta de vidrio, del ruido y de la luz, suspirando con alivio agradecida de que esa atmósfera de paz ayudara un poco a su molestia, se detuvo en la orilla de la terraza y apoyó las manos en la baranda observando absorta el extenso jardín, bañado por la tenue luz de la luna llena.

¡Maldición!, pensó, soltando un gemido, la mujer que debiera estar en este minuto a su lado, estaba ahora entre los brazos de un sujeto que a todas luces parecía muy interesado en ella, por como la devoraba con la mirada. Sentía que la sangre le hervía de rabia, había aceptado la invitación para bailar con esa mujer, sólo con la idea de causarle celos y cuando creía que su plan iba viento en popa, ella acepta bailar con un desconocido, olvidándose completamente de él. Para colmo no lograba despegar a esa mujer de su cuello, se apretaba contra él, susurrándole al oído las más increíbles ideas lujuriosas, invitándolo a continuar la fiesta en su departamento. Y ahí estaba ahora...

Llevaba rato congelándose en medio de la oscuridad, rumiando su cólera, pensando que Kagome continuaba en compañía del idiota número dos, bailando con él, friccionando su magnífico cuerpo con el de ese infeliz, sólo pensar en ese patán manteniendo entre sus brazos ese cuerpo que era ¡suyo!, lo enfermaba, ¿Cuántos imbéciles más tendría que aguantar?. Si los tuviera enfrente con que gusto les partiría la cara a golpes y estaba seguro que de seguir allí dentro lo habría hecho, a cualquiera de los dos, sin dudarlo.

Se tensó al escuchar que alguien abría la puerta, luego una sombra le dio a entender que alguien salió por ella, "¡Demonios!, ¿acaso esa estúpida mujer supo dónde estoy?", pensó intentando permanecer quieto, estaba con la espalda pegada al muro, en la parte más oscura, tenía la seguridad que si no se movía no podrían verlo.

Giró un poco la cabeza y casi se le escapa una exclamación de sorpresa cuando se dio cuenta que se trataba de Kagome. ¿Qué rayos hacía sola en este lugar?, ¿sería que se había puesto de acuerdo para encontrarse a solas con ese desgraciado?.

Nisshoku no kokoroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora