CAPÍTULO 22

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Rin y Mioga la miraron horrorizados, sin lograr mover un músculo, seguros que la mujer dispararía al menor intento de lucha.

- ¿Por qué haces todo esto? – inquirió Rin afligida, conteniendo la verdad que ansiaba gritarle. Pero comprendiendo que aunque ella supiera que tenían un lazo sanguíneo, las cosas no cambiarían en lo absoluto – Todo el mal que has hecho saldrá a la luz tarde o temprano...¡¡Por qué no te arrepientes antes de que sea demasiado tarde!! – le suplicó, escuchando una sonora carcajada en respuesta.

- Que ridícula... El arrepentimiento no es parte de mis planes – contestó sonriendo malignamente – Haré lo que sea para lograr mis objetivos... y si eso significa aplastar a quien se cruce en mi camino, bien valdrá la pena. Y eso te incluye a ti, y este viejo entrometido – amenazó acercándose lentamente, sin dejar de apuntarlos – Es la última vez que te lo ordeno...¡¡Entrégame esos malditos documentos!!

- No – volvió a negar con voz ahogada, estrujándolos con más fuerza contra su pecho, cerrando los ojos cuando la pistola apuntó directo a su frente. Brincó cuando el estruendoso disparo resonó en la habitación. Los abrió nuevamente encontrándose con Sesshomaru que intentaba arrebatarle el arma a la mujer, pero ella la soltó de improviso y aprovechando la distracción del hombre que se inclinaba para recogerla, corrió junto a Rin apoderándose de un cuchillo de cocina. Se escudó tras la joven dirigiendo la filosa punta a su cuello.

- No hagas nada si no quieres que hunda el cuchillo en esta linda garganta – advirtió al hombre que por un segundo tuvo la intención de abalanzarse sobre ella.

- Maldita loca – gruñó Sesshomaru entornando los ojos – Suéltala... Porque si le haces daño... te mataré – dijo en un gélido tono amenazante.

- Veo que no comprendes que yo tengo la ventaja – manifestó Kikyo hundiendo levemente el cuchillo, causando que brotaran unas gotas de sangre por la diminuta herida – Deja el arma sobre la mesa – ordenó.

Sesshomaru comprimió los labios apretando la mandíbula, dirigiéndole una mirada fiera, aún así no le quedó más opción que obedecerla, por lo que lentamente dejó la pistola en el lugar indicado. La mujer rió complacida apremiando a Rin para que avanzara hacia la mesa. Asió el arma y le arrebató la carpeta para después empujarla bruscamente contra el hombre, que la sujetó con firmeza.

- No tienes escapatoria – advirtió Sesshomaru resguardándola tras él.

- Te equivocas... Al final yo siempre gano – se burló sin dejar de apuntarles, acercándose a la puerta.

- ¡Los papeles! – gritó Rin acercándose imprudente a Kikyo.

Tomándola por sorpresa se lanzó hacia la carpeta, iniciando una lucha entre ambas. Alterada, Kikyo le apuntó nuevamente, apretando el gatillo, otro disparo se escuchó en la cocina. Rin vio horrorizada como Sesshomaru se caía frente a sus ojos. Él se interpuso entre ella y el disparo, protegiéndola con su propio cuerpo.

- No... no... ¡¡¡Sesshomaru!!! – gritó. Kikyo aprovechando la distracción por lo sucedido, se escabulló presurosamente del lugar – ¡Sesshomaru! – sollozó arrodillándose junto a él, se estremeció al ver una gran mancha de sangre en su brazo izquierdo – ¡Dios mío, está herido!. Señor Mioga, llame una ambulancia – pidió

El automóvil de Inuyasha se desplazaba rápidamente por las calles de Tokio, rumbo a la jefatura, en la parte posterior iba el oficial Nibura y en el asiento del copiloto el oficial Takawa, quien acababa de recibir una llamada a su móvil. Su expresión era tensa, al escuchar el informe que parecía darle un subalterno.

- ¿Cuándo la interceptaron?... ¿Y cómo diablos me lo informan hasta ahora? – rugió Takawa colérico – Vigílenlo...¿¡Qué!? ¡Maldita sea... Son unos idiotas! ¡Búsquenlo! Y más les vale encontrarlo – ordenó con brusquedad

Nisshoku no kokoroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora