CAPÍTULO 30

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- ¿Aún no ha llegado? – preguntó Inuyasha al ver a Kagome parada junto a la ventana, en una actitud intranquila

- No. Estoy preocupada... Dijo que llegaría antes del mediodía, y ya pasan de las tres de la tarde – señaló, abrazándose a sí misma.

- ¿Por qué no la llamas al departamento? – sugirió

- Llame hace algunos minutos, pero no contesta

- Entonces no debes preocuparte. Eso quiere decir que viene en camino.

- Eso espero – contestó antes de dar un último vistazo hacia fuera.

Rato después, se encontraban en la sala principal. Shippo coloreaba su libro de cuentos, Kagome leía una revista de bebés. Mientras Inuyasha hablaba por teléfono con uno de sus socios, sobre algunos informes que se encontraba revisando, y sobre la próxima junta del consejo.

Repentinamente el viejo mayordomo irrumpió en la sala, casi en el mismo instante Rin apareció tras él.

Kagome lanzó un suspiro de alivio al ver que su hermana no había sufrido ningún percance. Le llamó la atención el semblante de Rin, radicalmente opuesto al estado depresivo que la ensombrecía desde hacía un tiempo. Ahora se veía absolutamente radiante.

Sonrió complacida mientras caminaba hacia ella, observando la cálida expresión que iluminaba su lindo rostro. Le dio un apretado abrazo de bienvenida.

- Me alegra que al fin llegaras – manifestó Kagome

- ¡Hola Rin! – saludó Shippo corriendo para ir a abrazarla.

- Hola cariño – contestó dándole un sonoro beso en la mejilla.

- ¡Voy por un helado! – avisó, corriendo tras Mioga.

- Me tenías preocupada – manifestó la joven

- Lo lamento... Es que sucedieron algunas cosas – se disculpó ruborizada.

Justo cuando pensaba contarle el motivo de su tardanza, Sesshomaru entró en el salón. Inuyasha colgaba el teléfono en ese instante. Se puso de pie sorprendido, dejando a un lado los informes que utilizó en la conversación con su socio, para ir al encuentro de su hermano.

- ¿Sesshomaru?... ¡Pero que sorpresa!... ¿Cuándo llegaste?... ¿Por qué ayer cuando hablamos no me contaste que vendrías a Japón? – parloteaba sonriente, a medida que se acercaba al hombre. Se detuvo repentinamente, la sonrisa murió en su rostro al tiempo que palidecía, sólo con ver la iracunda expresión de su hermano. Tenía los labios apretados, y lo que más le aterró fue el brillo diabólico en sus ojos, tan parecidos a los suyos – ¿Se... se... sho... ma... maru? – tartamudeó tragando en seco.

- I...nu...ya...sha – rumió, empuñando con fuerza la mano, antes de darle un fulminante y certero puñetazo en la quijada, haciéndolo tambalear debido a la potencia del golpe.

- ¡¡Aaahhyy!!... ¡Demonios Sesshomaru! – se quejó palpando la adolorida mandíbula – ¡¿Qué rayos te pasa?!

- Eso... querido hermano... Es para que lo pienses dos veces, antes de volver a burlarte de mí – advirtió entrecerrando los ojos.

- ¡Por Dios, Sesshomaru!... ¡No debiste hacer algo así! – exclamó Rin horrorizada corriendo hacia Inuyasha, para cerciorarse que no estuviera lastimado.

- Descuida Rin... Te aseguro que lo tiene bien merecido – manifestó Kagome cruzándose de brazos. Recordando que Inuyasha le confesó haber inventado una tonta mentira a Sesshomaru. Esperando que reaccionara frente a esa artimaña – Por lo demás, dudo que un simple golpe, afecte gravemente a esa cabeza de piedra que se gasta.

Nisshoku no kokoroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora