CAPÍTULO 32

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Kagome intentó empujarla, pero ella fue más rápida e ingresó al elevador apuntándola con un revolver.

—Más te vale que no intentes nada Kagome. Tú mejor que nadie sabes que no tendré ningún problema en dispararte. Pero si te comportas, quizás mi irritación sea más fácil de controlar —advirtió, al tiempo que presionaba el botón que las llevaría al subterráneo.

La joven tragó en seco, obedeciéndola en silencio. Permaneció inmóvil por la tensión, apegada contra la fría pared metálica. Cuando elevador se detuvo en uno de los pisos inferiores, sus ojos brillaron, debido a la luz de esperanza y fortuna que creyó se manifestaba al ver entrar a una mujer con su pequeño hijo, quienes ingresaron dándoles la espalda. Kikyo se arrimó hacia ella presionando con sutileza el revolver contra su espalda, dándole una mirada de advertencia. Quiso gritar al ver que la mujer se disponía a bajar en el piso siguiente, aniquilando la oportunidad de ser auxiliada.

Inuyasha entró en la tienda de novias, arrugando se ceño extrañado por el alboroto que encontró en la recepción. La dueña lloriqueaba y las empleadas cuchicheaban entre ellas, mientras una intentaba en vano calmar a su jefa. Un estremecimiento recorrió su espina, al no ver a Kagome entre las presentes.

—Buenas Tardes, ¿dónde está Kagome? —pregunto tenso

— ¡Oh! ¡Señor Taisho!. Qué situación tan terrible —exclamaba la mujer acongojada

— ¿Qué ha sucedido? —inquirió con cierta rudeza, producto de su creciente temor.

—Creí que la señorita Higurashi había ido a buscarlo —musitó la mujer

—Se supone que luego de probarse el vestido, me esperaría aquí —señaló a su vez, molesto por los rodeos de la dueña — ¿Por qué saldría a buscarme?

—Por favor sígame —pidió Lady Tsubaki, esperando que el joven la acompañara —Verá usted, ha sucedido algo sumamente extraño y por demás terrible, íbamos a la prueba y nos encontramos con el vestido completamente destrozado —informó señalándole dentro de la habitación.

Inuyasha enmudeció al ver el terrible estado del vestido, sobre todo por el siniestro mensaje. Apretó los puños con fuerza, soltando una maldición en voz baja.

Dio media vuelta caminando a grandes zancadas fuera del recinto. Mientras la mujer corría tras él deshaciéndose en disculpas, pero sin ser tomada en cuenta.

—Maldición, maldición... —murmuraba Inuyasha furioso y angustiado. Sacó su teléfono celular, marcando con mano temblorosa el número —Kikyo apareció —ladró escuetamente a su interlocutor —Llama a Takawa y ven hacia el centro comercial —ordenó mientras oprimía una y otra vez el botón del ascensor. Soltó otra maldición y corrió hasta las escaleras subiéndolas de dos en dos.

— ¿Pero qué pasó? ¿Dónde está Kagome? —preguntó Miroku sorprendido al otro lado de la línea

—No tengo tiempo para explicaciones, ¡sólo haz lo que te pido! —vociferó con impaciencia

—Camina —ordenó la mujer fustigándola con el arma. Kagome miró a su alrededor, buscando un guardia o alguna persona que se diera cuenta de lo que ocurría. Sintió escalofríos, nunca un estacionamiento subterráneo le pareció tan lúgubre —Te advertí que no intentaras llamar la atención Kagome —recordó al notar sus intenciones.

La sujetó por el codo jalándola hacia los vehículos, mientras que en la otra mano sostenía el arma, oculta gracias a las mangas anchas de su chaqueta.

Kikyo se tensó cuando vio un guardia de seguridad que se paseaba por el lugar. Presionó con más fuerza el brazo de su hermana, advirtiéndola nuevamente.

Nisshoku no kokoroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora