CAPÍTULO 20

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- ¡¿Qué dices?! – Exclamó, intentando procesar las palabras de la mujer – Kagome, ¿estas segura, que no se trató de una simple pesadilla?

- ¡No!, Inuyasha, ahora lo recuerdo claramente – contradijo – No perdí el control del vehículo... el accidente fue producto de un corte en el sistema de frenos.

- ¿Un corte en los frenos? – Murmuró frunciendo el ceño meditabundo – Bien, primero que todo vamos a calmarnos – señaló acomodándose nuevamente en la cama, atrayéndola hacia su cuerpo, para que descansara la cabeza sobre su pecho – Ahora cuéntame Kagome, cómo ocurrió ese accidente, trata de no omitir ningún detalle.

La joven relató el incidente, detallando al máximo posible las circunstancias, mientras él escuchaba en silencio, atento a cada palabra.

- ¿Hubo alguna investigación posterior? – indagó serio

- No estoy segura. Creo que no, ya que nadie me interrogó al respecto – respondió – Supongo que el lugar donde ocurrió, era lo suficientemente peligroso como para considerarlo sólo la consecuencia de una mala maniobra. Además, no recordaba nada, por lo que tampoco habría sido de gran ayuda.

- Mañana llamaré a Miroku – anunció de pronto – Le pediré que persuada a los oficiales que investigan tu atentado, de venir hasta acá.

- Pero, ¿para qué? – preguntó mirándolo extrañada

- Para que se encarguen de investigar ese accidente. Sé que también has considerado esa posibilidad Kagome... No hace falta que lo niegues – añadió al verla abrir la boca para replicar. Lo que la hizo guardar silencio, se abrazó a él, cerrando los ojos con fuerza, no queriendo escuchar ni pensar en la monstruosidad que su mente le gritaba.

Ninguno de los dos logró conciliar el sueño luego de lo sucedido. Pasaron las horas que restaban para el amanecer en silencio, abrazados, cada uno sumido en sus propios pensamientos.

Se levantaron temprano, Kagome bajó a preparar el desayuno, mientras Inuyasha llamaba a Miroku, explicándole la situación. El joven abogado le aseguró que no habría problemas en llegar al lugar en compañía de los policías, dado que habían estado en las oficinas de la empresa, preguntando por ellos dos.

El deportivo rojo se detuvo en la entrada posterior de aquel mugroso y destartalado hotel, si es que se le podía llamar así a unas cuantas casuchas horrorosas que conformaban el miserable lugar.

Bajó del vehículo haciendo una mueca de asco al mirar a su alrededor. Exhalando un bufido exasperado, se obligó a caminar por un incómodo sendero de gravilla, el cual provoca que sus tacones aguja se incrustaran entre las piedras, tuvo que hacer un esfuerzo por conservar el equilibrio y sobre todo la paciencia. Avanzaba cada vez más irritada, rumbo a la dirección por demás conocida.

Golpeó la puerta de la cabaña, esperando impaciente a que la puerta se abriera. Como aquello no sucedió volvió a tocar con mayor fuerza. Finalmente la puerta se abrió, dejando ver a un corpulento hombre semidesnudo, cubierto apenas con una diminuta toalla envuelta en su cintura. Esbozó una sonrisa lasciva e indecente al notar que la mujer dirigía la mirada directamente a su entrepierna, la cual se evidenciaba claramente bajo el paño, debido al erguido bulto que allí se ocultaba, y que sin lugar a dudas ya se encontraba listo para una lujuriosa tarde de extrema pasión impúdica.

La tomó del brazo halándola con brusquedad hacia el interior del la cabaña, besándola con violencia, mientras subía la falda hasta las caderas femeninas tocándola con insolencia, cerró la puerta empujándola con el pie, y comenzó a caminar con ella hasta la cama lanzándola con rudeza sobre el espantoso cobertor.

Ninguno de los dos se percató que no muy lejos, otro vehículo se estacionaba cerca de la entrada. Quien conducía bajó del él, siguiendo el mismo trayecto de la mujer. Caminó con rapidez acercándose con cautela a la cabaña, evadió la ventana para que sus ocupantes no notaran su presencia. Se detuvo junto a la ventana, mirando sigilosamente a través de ella. En el interior logró vislumbrar como la pareja yacía la cama, el hombre arremetía salvajemente a la mujer, mientras ella gemía y gritaba, intentando acompasar los agresivos movimientos de su amante. Ahogó una exclamación, cubriéndose la boca con la mano, en un intento de reprimir las ganas de vomitar, teniendo que alejarse rápidamente del lugar con la mirada cargada de horror, furia y un irrefrenable sentimiento de venganza.

Nisshoku no kokoroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora