CAPÍTULO 14

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Kagome estaba en medio de un agitado sueño, el cual le mostraba inmisericorde el instante preciso cuando fue lanzada por las escaleras. El rostro del culpable se encontraba deforme en la penumbra, pero ella sabía perfectamente de quien se trataba. Intentó suplicarle pero la risa perversa la hizo enmudecer. No conseguía gritar, sentía que se ahogaba de miedo y desesperación. "Inuyasha... Inuyasha... ¡¡Inuyasha!!" gritaba en su mente, pero su llamado no lograba llegar hasta sus cuerdas vocales, haciendo que su desesperación aumentara. Percibió el dolor del golpe y el empellón que la hizo perder el equilibrio lanzándola por las escaleras... Escuchó el retumbar de un trueno y la destellante luz la encegueció y de pronto se encontraba en su auto justo antes de estrellarse... Reviviendo aquel horrible accidente... "No... no... Inuyasha ayúdame... no... noo".

Abrió los ojos sorpresivamente, respiraba agitadamente, sus manos estaban apretadas y la frente perlada a causa del sudor. Estaba oscuro, era de noche y la luz de habitación estaba apagada, levantó con dificultad la cabeza, apenas un par de centímetros, quería verlo junto a su cama, pero no estaba... Inuyasha no estaba... se encontraba sola en la habitación.

- Inuyasha... – lo llamó débilmente, pero nadie respondió, un sentimiento de dolor y abandono hizo presa de ella. Él se había marchado, la dejó sola. Las lágrimas se agolparon en sus ojos chocolate – Inuyasha... – susurró con voz quebrada.

Lloró amargamente, no podía contener el llanto, era demasiada la tristeza. Contuvo un sollozo cuando escuchó un ruido venir de la ventana. Abrió los ojos desmesuradamente, el corazón le dio un vuelco de miedo, contuvo el aliento y comenzó a temblar de inmediato, no podía escapar, ni siquiera podía moverse con libertad.

Alguien corría la ventana y entraba en el cuarto, escuchó un golpe seco, seguido de una maldición, esa voz era...

- ¿I...inu...yasha... Eres...tú? – indagó con voz trémula

- ¿Kagome? – Susurró el joven acercándose rápidamente a ella – Soy yo... no te asustes cariño... sólo soy yo... Tranquila...tranquila pequeña – la calmó, tomándola de las manos al darse cuenta que la chica temblaba presa del pánico, por la forma en la que se aferró a él. Acarició la palidez de su bello rostro, susurrándole palabras llenas de ternura, besando su frente, intentando calmarla. Alargó el brazo para encender la luz de la lámpara – Perdóname Kagome, no era mi intensión asustarte, pensé que dormías. ¿Te sientes mejor? – indagó estudiando su semblante.

- Sí – musitó serena. La sola presencia de Inuyasha logró transmitirle paz y seguridad. arrugó el ceño al recordar – ¿Por qué entraste por la ventana? – preguntó con extrañeza, que aumentó al ver que ahora él parecía estar asustado.

- Bueno... es que... lo que pasa... – tartamudeaba intentando pensar en una buena excusa – Se supone que está prohibido tener visitas a estas horas Kagome. Y para que no me descubran preferí meterme por la ventana – explicó intentando parecer convincente

- No deberías arriesgarte – musitó sin lograr evitar el tono emocionado

- Ya no importa. Ahora que te sientes mejor cuéntame ¿Quién lo hizo, Kagome? – preguntó repentinamente, intentando ocultar la furia que lo inundaba al pensar en el maldito que quiso eliminarla – ¿Lo recuerdas?

- N...no – respondió con voz casi inaudible, esquivando su mirada.

- ¿Estas, segura? – insistió

- No... lo recuerdo – aseguró sin verlo a la cara.

- Esta bien. Por ahora no te esfuerces en pensar en ello – indicó dulcemente, no quiso insistir, lo que menos deseaba era inquietarla – Ya lo recordarás. Ahora debes descansar.

Nisshoku no kokoroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora