Capítulo 18

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Riley

Habían pasado veinte minutos desde que Kat se había marchado cuando llamaron a la puerta.

Gruñí, levantándome lentamente de la cama, imaginando que a Kat se le había olvidado cualquier cosa ya que no era la primera vez que pasaba. Normalmente se le olvidaban las llaves de la habitación, por lo que prefería que se diera cuenta veinte minutos después de irse que a las ocho de la mañana cuando probablemente yo estaría dormida.

Abrí la puerta, y para mi sorpresa, Kat no estaba delante de mí. Mis ojos miraban a la altura donde esperaba haber encontrado el rostro de Kat; en su lugar, me topé con un firme pecho cubierto por una sudadera negra. Levanté la mirada lentamente, encontrando un par de ojos verde esmeralda mirándome.

-¿Qué haces aquí?- fue lo que dije con un tono cansado.

-¿Puedo pasar?- contestó con su voz grave.

-No.- respondí.

-Riley.- me pidió.

Me maldije a mí misma por haberme levantado a abrir la puerta en lugar de hacerme la dormida. Miré detrás de mí, observando mi cama medio deshecha y la cama vacía de Kat. Solo tenía abierta media puerta, por lo que H no podía ver el interior de la habitación conmigo en medio.

-Kat está...

-Sé que Kat no está ahí.- destrozó mi pobre mentira.- Me la he cruzado viniendo para acá.

Suspiré levemente.

-Estoy cansada, H, vete.- dije.

-Quiero que hablemos, por favor.- dio un paso adelante, empujando la puerta un par de centímetros hacia mí.

-¿Ahora quieres hablar?- alcé las cejas. Él me miró con una expresión de disculpa.- Pues ahora yo no quiero.

-Riley.- dijo con tono suplicante. Lo miré a los ojos, arrepintiéndome al instante. Como de costumbre, no tenía ninguna dificultad en atraparme con la mirada y hacerme olvidar cualquier cosa que estuviese pensando.- Por favor.

No lo dejes pasar. No lo dejes pasar. No lo dejes pasar. No se lo merece.

-Pasa.- suspiré, apartándome de la puerta.

A eso se le llama fuerza de voluntad, Riley, bien hecho.

Rodé los ojos, frustrada conmigo misma mientras él se adentraba en la habitación y yo cerraba la puerta en cuanto lo hizo.

Observé a H enredándose las manos la una con la otra y balancearse levemente, como si no supiese bien qué hacer.

-¿Qué quieres?- dije con frialdad, cruzándome de brazos.

-Yo...- se rascó la nuca.- Siento lo de esta mañana. No debería haberme comportado así.

Asentí pero no dije nada. Él me miró expectante y se aclaró la garganta cuando se dio cuenta de que no iba a hablar.

-Sé que no es excusa, pero estaba borracho y no sabía lo que hacía. La besé, pero te juro que...

-Espera, espera.- fruncí el ceño, levantando la mano para que se detuviese. Él me miró confuso.- ¿De verdad crees que lo más importante es que la besaras?

H parecía perdido.

-¿No... No lo es?- me miró como si me hubiesen salido dos cabezas.

No supe si reír o llorar.

-¡No, claro que no!- exclamé sin dar crédito a lo que oía. No tenía ni idea.

-Pero... Yo...

Shield [h.s]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora