30.- Prisioneros: 2

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Leila Nilli

Trece días prisioneros, ya no sabía que hacer, ese chico raro no dejaba de venir y verme constantemente, no lograba comprender nada de lo que el decía, pero sin duda me dejaba totalmente incómoda, yo no era de las chicas que le gustaban otras especies.

Finalmente volvió a venir ya estaba demasiado molesta y quise gritarselo, hasta que me di cuenta que traía algo de comida en sus manos, era el desayuno que siempre nos traían ¿Por qué lo traía él?

—Yogüí Leila —eso me dejó totalmente sorprendida.

Aunque el tono había sido incorrecto, había dicho "comer Leila", el estaba aprendiendo nuestro idioma.

Los siguientes días el seguía viniendo, cada día venía temprano, me hablaba intentando usar mi idioma y luego se retiraba cuándo sacaban a Dilas para aprender de él, cuándo volvían igual me hablaba antes de irse ya más tarde.

Yo no comprendía que rayos buscaba, no le respondía demasiado me daba curiosidad, pero no pensaba revelarle cosas de mi si yo no podía obtener lo mismo de él.

Finalmente al cuarto día, cuándo ya íbamos diecisiete días encerrados cuándo el llegó junto a otros dos hombres al frente de mi celda.

Llevaban unas cadenas y una cinta de tela, era obvio lo que pasaría, al principio intenté resistirme, y a duras penas logré esquivar a ese chico unos momentos.

—Leila no temas —me dijo finalmente cuándo logró sujetar mis brazos.

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Mario Loiyer

—Leila da'li oiyas'un —le aconsejé, ella estaba sorprendida porque yo hablara su lengua, así que eso la bloqueo unos segundos.

—¿Logu ti nour'un? —preguntó.

Era la primera vez que se animaba a hablarme realmente, en lugar de solo responder de manera corta lo que yo le decía.

—Co'uri Mario —soy Mario, le respondí antes de vendarle los ojos, hubiera preferido mostrarle parte del camino, pero el capitán indicó que no podía mostrarle nuestras instalaciones.

—Sacha'ori, da'li oiyas'un —le pedí iniciando a jalar con cuidado de la cadena.

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Mario Loiyer

—Camina, no temas —me habló tras que terminaron en atarme las manos y vendarme los ojos.

Caminé hacia donde el me indicaba con leves tirones de la cadena algo asustada, pero sin mucha alternativa.

Sentí que salimos a algún más abierto por la luz de sol que llegaba a calentar mi piel, aunque la verdad no sabía a donde, cada cierto rato hablaba con alguién y le abrían una puerta, luego avanzamos un largo rato, subidas y bajadas, giros y vueltas por tierra y hierba bajo el sol.

Me dio agua cada cierto rato hasta que llegamos a un lugar donde el suelo era más parejo, de piedra como en la prisión, pero oía muchas voces tanto adultos como jóvenes, incluso algunas voces parecían de niños. Tal vez un pueblo pequeño o ciudad de su especie, pensé.

Magia RealDonde viven las historias. Descúbrelo ahora