36.- El Rumor

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—¿Soriu agur di esoriu? —cuestione a aquel hombre sin revelar mi rostro ante él.

—Ejec'ci agur, crolo ogic, suls ti damitami Loiyer —(Estoy seguro, los vi, en el coliseo Loiyer)

—Buin —agradecí y le entregué un anillo de oro como habíamos acordado.

El hizo una leve reverencia y se retiró, finalmente había localizado mi objetivo en este pueblo. Aunque, el hecho de que tuvieran más de veinte años los hacía candidatos complicados de re-educar, tenía autorización para proceder con cualquiera que fuera menor de trienta.

Y eran dos en un solo movimiento, cuándo encontrar uno solo era difícil, esto era como una mina de oro, valía la pena. Redacte la carta, un texto muy corto, un solo número para ser exacto, el número de niños que había encontrado.

El poderoso rey de Nufelia prometía una paz eterna, a lo largo de toda Saumi, pero para lograr la paz, primero necesitábamos ponerle fin a todas las guerras. Todos los reinos, desde el amplio Norte hasta el lejano Sur, al Este y al Oeste, todos en guerras silenciosas y lentas pero continúas.

El acabaría con éstas guerras, pero para lograrlo necesitaba a un ejército, un ejército que no pudiera ser vencido. Necesitaba un ejército capaz de someter a cada reino guerrero, un ejército capaz de unir a todo el mundo en una sola nación.

Para reunir ese ejército me había mandado a mi y a otros, en busca de la gente como yo. En busca de aquellos a quienes los dioses nos bendijeron, con el poder de la magia.

—Éstos dos niños engrosarán nuestras filas o morirán. —susurré en la lengua de sagrada de Nufelia ante los Dioses Nak y Anak.

Magia RealDonde viven las historias. Descúbrelo ahora