35.- Ojos en el Cielo

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Me encontraba sentada en medio del campamento, con mis brazos alrededor de mis piernas dobladas. Era casi medio día así que todos se preparaban para la comida.

Observaba sobre mi un cielo donde Hari brillaba intensamente, pero a diferencia de lo que estaba acostumbrada Istri no lo estaba por cubrirlo. Iba meses desde que vi por última vez aquel mundo al que estaba tan acostumbrada.

Aunque Nak se veía débilmente en el cielo eso no era suficiente, ese cielo tan despejado era extraño para mí. Había estado tanto tiempo esperando salir de casa para explorar el mundo, que nunca pensé cuánto podría extrañar mi hogar.

Puse mi mano izquierda entre mis pechos, al menos eso no había cambiado, seguía sintiendo el pulso de mis dos corazones.

—¿Qué ver? —preguntó Mario apareciendo.

—¿Como pueden vivir con un cielo tan despejado?, a esta hora yo estaba acostumbrada a que no hubiera luz —explique. El no pareció comprenderme realmente.

Casi una hora más de luz, por eso el clima era cálido a pesar del viento marino.

—¿Día sin luz?

—Istri oscurecía nuestro cielo, cada día, una parte de doce que duraba el día. —El mostró total incomprensión ante mis palabras, era obvio, no era posible que me comprendiera algo tan complicado, con tan poco prácticando nuestro idioma.

Tomé un palo y lo use para dibujar Istri, tal y como lo recordaba, un enorme mundo lejos de nosotros, con dos grandes contientes al este y al oeste, además de un gran océano en medio y alrededor de estos. Ese océano lo conocíamos como el ojo de Istri, en los mitos antiguos se decía que era un ojo del Gran Hari, que había puesto cerca de nosotros para seguir observándonos incluso cuándo había anochecido. A la vez nos ofrecía un sombra para descansar a la mitad del día.

Todo esto me daba dolor de cabeza, si las cosas eran como nuestra fé nos lo decía, ¿Porqué los mapas señalaban, que desde la mitad de nuestro mundo no podía verse Istri? ¿Por qué desde aquí nunca era visible?

Luego dibujé a Saumi, recordando unos mapas que conocía, y las líneas de sombra que Istri causaba en Saumi, que según mis maestras era tan amplia como la sombra que Saumi causaba en Istri.

El solo observó asintiendo, pero era obvio que para él lo que yo le mostraba no parecía natural.

Unos minutos después de comer vi a un avimorfo, como los llamaba Masiel, su piel cubierta de plumas me recordaba a algunos de mi mundo. Pero su pico era más grueso con varios dientes pequeños y una larga cola emplumada que superaba la longitud del resto de su cuerpo. Sus plumas en esta eran delgadas en esa cola.

Los aviares de donde veníamos, tenían colas cortas pero con plumas que se extendían ampliamente hacia los lados cuándo volaban. No comprendía como era posible tal diferencia.

Esta mañana finalmente se había autorizado que Masiel, Linci y Dilas viajarán a la costa para avisar de nuestra situación al resto. Claro que una escolta de los soldados de esta tierra los acompañaban.

Por alguna razón, los Likanos, parecían tener una facilidad anormal para aprender nuestro idioma, mucho más fácilmente que nosotros el suyo, aunque según Dilas la complejidad lingüística de su lenguaje no era muy superior a la nuestra.

Magia RealDonde viven las historias. Descúbrelo ahora