Capítulo 29: La Gran Madre

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Creo que no hace falta mencionar que ese día estuve ausente, sin encontrarme. Me limité a quedarme en el camarote, aislado, deseando dormir toda la vida para no sentir el dolor punzante que invadía mi pecho.

Al día siguiente, cuando la aurora comenzaba a asomarse, salí del camarote y me dirigí a sobrecubierta, siguiendo de manera instintiva algo que demandaba profundamente en mí.

La madera fría tocando mis pies a medida que caminaba, me hacía estar totalmente en el presente y no sabía si era mejor, ya que me conectaba profundamente con el dolor que sentía.

Lo único que invadía el aire era el sonido de las olas y el crujir de la madera del barco. Al salir escuché a las gaviotas y sentí la brisa marina refrescar mi rostro.

En mis ojos se reflejó el amanecer, uno de los más hermosos que vi jamás. Los colores celeste, rosa y naranja se mezclaban en perfecta armonía y los primeros rayos del sol empezaban a iluminar el mundo.

Caminé hasta la proa, a uno de sus bordes. No podía describir qué me había llamado hasta allí pero sí podía decir que iba más allá de mi entendimiento, incluso,  que era algo profundo que existía dentro de mí.

Me apoyé en el borde, a estribor de la proa y contemplé aquella maravilla.

Recordé aquel día en que _____ y Kilian jugaban, un día después de nuestro primer beso. Recordé el momento en el que los tres nos tiramos al mar, con aquella misma preciosidad de fondo y llenos de juventud. Ella era la que nos impregnaba esa energía revitalizante.

De pronto, sentí una presencia. Alguien más estaba ahí conmigo.

Volteé mi cabeza a babor y descubrí que, con su mirada fija en el amanecer, se encontraba Kilian Rooph.  Supongo que sintió que lo miré porque inmediatamente él volteó hacia mí y noté cómo su ojos estaban ligeramente humedecidos. 

Ambos nos quedamos un rato observándonos, seguro recordando el mismo momento. El espacio que se extendía entre los dos me hacía sentir que en cualquier momento saldría _____ de su camarote, dispuesta a hacernos saltar del barco. Pero no fue exactamente eso lo que sucedió.

Allí, en ese espacio, se expandió un suave sonido, muy leve y lento. De manera instintiva, miramos hacia la puerta de entrada a los camarotes. Una brisa llegó, rozando suavemente nuestros rostros y con ella, en el suelo de la cubierta, volaba una flor blanca, pequeña.

El viento la fue trasladando hasta llegar a la proa y luego, con un poco más de impulso, logró despegar del barco y fue meciéndose en el aire. Así, disminuyó poco a poco su altura hasta tocar, de la manera más delicada, el agua.

De pronto, un grito, junto con un ruido de cosas al caer, vino a nosotros, haciéndonos sobresaltar.

Kilian palideció y soltó:

-Caspian.

Inmediatamente salimos corriendo a cubierta, pero al llegar al camarote no lo encontramos, ni tampoco en la sala de mapas.

-¡Edmund!-escuché gritar a Lucy por el pasillo-. ¡Edmund!

Rápidamente salimos de la sala y chocamos con ella, que estaba agitada.

-¡Deben venir!-gritó, empezando a correr.

Cuando me di cuenta de a dónde nos dirigíamos, disminuí un poco la marcha y sentí un bajón de presión. Me percaté de que estaba a solo centímetros de la puerta que daba a la habitación en donde habían puesto el cuerpo de ____. No me sentía listo para volver a verla así, no podía; pero al no escuchar ruido alguno cuando los dos entraron, procedí a pasar para ver lo que ocurría.

La versión desconocida de la Travesía del Viajero del Alba  (Edmund y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora