25. Es Soportar

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¿Qué es el Amor?

Es Soportar

Durante todo aquel año, la abuela había estado enferma, entre altas y bajas, pero nunca tan bajas como en ese instante.

Ella quería verla por alguna razón que Candy no comprendía, después de esos años y la forma en que le había despreciado, después de la humillación, después de que, al final fue gracias a eso que realmente conoció a quien ahora era su novio. Ella, esa mujer a quien siempre vio como a una abuela a pesar de que solía aprovechar cada ocasión para despreciarla; había hablado con Albert y, por lo que entendió, le había rogado para que la encontrará y la convenciera de ir a visitarla. No estaba segura de que pensar.

Pero ella no pudo responder en ese instante, ella, a pesar de todo lo vivido y a pesar del tiempo transcurrido, tenía miedo. Sola, en aquel lujoso auto, meditaba en todo. Meditaba en la propuesta que Albert le hizo esa tarde, antes de decirle lo de la abuela, para que comenzará a estudiar administración de empresas, al menos como un curso corto extra pero con opción a alargarlo. Le necesitaba, las empresas eran cada vez más grandes y ella, gracias a la herencia que recibió del padre de ambos, era dueña de algunas acciones y más aún, necesitaba que ella se quedará a cargo de alguna de las oficinas principales, ya fuera la de Londres, la de Chicago o la de Nueva York, además de que la junta directiva había requerido su  presencia también necesitaba que ella comenzará a tomar sus propias decisiones respecto a sus acciones, a parte de que ya había pasado el tiempo estipulado en el testamento de su padre, en donde estaba claro que a partir de sus 18 años y bajo ciertas condiciones ella debía hacerse cargo de lo que le había dejado como herencia.

Eso era buena señal, eso quería decir que todo iba bien con los negocios, aunque ni siquiera estaba segura de realmente haber heredado esas acciones y más aún, de que la abuela hubiera permitido que las conservará.

Cuando entro al departamento que compartía con Terry, lo encontró vacío, en completa obscuridad. Sin encender la luz, simplemente guío sus pasos al sofá, se dejó caer y suspiro; regresar a Chicago, a la ciudad que le había visto nacer y a la que en más de cinco años no había vuelto, era una idea interesante aunque estresante por la razón que le llevaría ahí.

¿Que tenía que hacer?

Sí; en el fondo deseaba regresar, en el fondo tenía curiosidad, en el fondo tenía miedo, pero también, en el fondo quería tener unas vacaciones junto a Terry hacerle olvidar un poco de sus preocupaciones; aunque a la vez temía que él dijera que no y que se quedará solo por los temas económicos que le agobiaban, aunque estos le afectarán aún más.

—Pecosa... —antes de encender la luz, la vio, sumergida en la obscuridad, quizá una obscuridad que se extendía en lo profundo de ella, tal como aquella que a veces a él también le afectaba.

—Terry... —balbuceo.

No hubo más palabras, él no supo que decir, simplemente dejo su compra en la mesa de centro, se quitó el abrigo, se sentó junto a ella y luego de tallar sus manos en el pantalón, le besó en los labios y en la frente, para terminar abrazándola hasta que decidiera decirle algo.

Ella quiso llorar ante esa acción, pero no lo hizo, no podía, solo sintió que los ojos le ardían y los cerró, esperando a tener la serenidad suficiente como para pronunciar una sola palabra.

—Terry; me pidió regresar a Chicago —musito, denotando inseguridad—; pero no quiero ir.

A pesar de su curiosidad y de recordar que eso era algo que tarde o temprano pasaría, no hizo ninguna pregunta, solo suspiro sin soltarle, pensando en lo que eso significaba para él.

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