28. Es Profundo

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¿Qué es el Amor?

Es Profundo

—Lamento traerte aquí. En su momento fue lo único que pude conseguir.

La rubia observo el lugar en silencio. El sitio era aún más pequeño que el departamento cerca del teatro. Ahí no había cocineta, solo un fregadero y la tubería para la estufa, pero no había estufa, lo que parecía ser el baño no tenía más puerta que una sábana que reconoció como suya y las paredes, al igual que en todo el edificio, estaban demasiado desgastadas. Además, en un rincón, había varias cajas y unos muebles amontonados cubiertos con sabanas, que seguramente eran del departamento que compartieron antes.

—Por mi no hay problema —sonrió procurando ser casual, mordiéndose la lengua para no sonar como cliché y decir el clásico "lo que importa es que estamos juntos", entonces se sentó en el sofá cama que también reconoció.

—Gracias al bono podemos buscar un lugar mejor, un sitio adecuado para el bebe... —tan pronto lo dijo se sentó al lado de su pecosa y le volvió a abrazar—. ¿Has visitado un médico? —no sabía porque actuaba con timidez.

—No. Apenas me enteré te llamé y esa misma noche tomé un vuelo para...

—Esta bien —le agrada saberla ahí, nuevamente con él, aunque en realidad no estaba del todo convencido de que ella había hecho ese viaje solo para estar con él; quizá, en algún momento un posible nuevo novio la buscaría—. Debemos buscar algún médico —ella acepto en silencio.

—¿Qué crees que haya pensado tu jefa?

—Conociéndola, ella acertó.

—Me parece que es una persona agradable.

—No la conoces. En la corte es de temer.

—¿Estás seguro de que puedo quedarme? —después de un minuto en silencio, no pudo resistir más aquella duda, cuando por primera vez pensó en la posibilidad de que, aquella chica que había escuchado durante una de sus últimas llamadas, fuera su novia.

—Quédate el tiempo que desees —musito intuyendo que esa visita quizá si tenía fecha límite; al menos así fue como lo sintió—. Espero no te importe compartir la cama conmigo.

—¿Cómo cuando nos expulsaron del colegio? —después de un prolongado silencio, fue lo único que se le ocurrió decir.

—Como tú quieras —quería besarla y sin embargo no se atrevía.

—Terry; soy yo quien debía disculparse contigo —ahora entendía porque llevaba tiempo sintiéndose sensible y llorona—. Estaba demasiado confundida y no sabía cómo decirte que me habían...

—Justo ahora, eso es lo que menos me importa —le interrumpió—. Lo que vale es que, a pesar de todo, estás aquí y eso quiere decir que me estás tomando en cuenta, con la crianza de nuestro hijo.

—Bueno, ni siquiera lo pensé. Tal vez solo esperaba un pretexto —sonrió, alegrándole aún mas—. Solo se me ocurrió venir y Albert me consiguió un boleto en el primer vuelo disponible.

—Espero poder agradecérselo pronto —al escucharlo, ella pensó en preguntarle si aún tenía una posibilidad con él; pues, en todo ese tiempo, la mayor prueba de afecto entre ellos había sido el abrazo en la recepción del edificio donde trabajaba Terry—. Candy; aún te amo —tampoco podía resistirlo más y en un segundo en que la tomo desprevenida, le robó un beso.

—Yo también te amo... —le respondió en cuanto pudo, esperando a que Terry hiciera más que solo besarla y para su tranquilidad, así lo hizo.

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