13. Es Sanar tu Alma

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Lemon

¿Qué es el Amor?
Es Sanar tu Alma

El sábado, contrario a la tediosa rutina a la que se había acostumbrado, al medio día llamo a Susana para cancelar las salidas de todo ese fin de semana, también hizo algo de limpieza, aunque en realidad el apartamento no estaba desordenado gracias a la persona que se encargaba del mantenimiento, se ocupó de estudiar para los exámenes que pronto llegarían, pero sobre todo, llamo a un par de lugares que se habían anunciado en el periódico de ese día y que ofrecían trabajo, aunque no consiguió nada.

Tener a Candy cerca fue suficiente incentivo par él.

El resto de la tarde, simplemente hizo lo necesario, para mantenerse ocupado y en el apartamento, mientras esperaba el momento en que Candy llegara por su móvil, pero ella nunca llegó.

El domingo, abrumado y consciente de que todo lo que podía hacer, lo había hecho el día anterior, despertó y decidió ir al minisúper que estaba en la esquina de su cuadra. Compro leche, huevos y todo lo necesario para hacer panqueques con jalea de mora azul, que fue la única que se le antojo de las pocas variedades que había.

Quizá con más calma de la habitual, regreso a su apartamento y justo cuando la puerta del ascensor se abrió, mientras disponía sus llaves, la vio esperando junto a su puerta.

—Comenzaba a pensar en irme —le sonrió.

—¿Aún piensas hacerlo? —abrió y le invito a pasar primero.

—¿Me compraste algo? —preguntó en tono algo infantil, aunque, en cuanto volteó a verle y noto que estaba del otro lado de aquella barra, se sonrojo.

—No. Lo siento —saco y sobre la barra ordenó sus compras.

—Vine por mi teléfono —abrumada, volteó para otro lado—. No estoy segura de que este aquí.

—Esta en mi recamara, sobre la mesita de noche —le señalo la puerta y la vio entrar.

Antes de comenzar a preparar sus panqueques, fue hasta el lugar al que había enviado a Candy y enseguida se recargo en el marco de la puerta observando cómo intentaba encender el teléfono.

—¿Me prestas tu cargador?

—¿Me darás tu número?

—¿Me darás el tuyo? —aquel breve juego le agrado.

—Solo tienes que anotarlo —suspiro.

Ella sabía que así sería y quizá por eso, ya no supo que decir.

Dando solo tres pasos, Terry se sentó a su lado y estiró el brazo pasando sobre ella, abriendo un cajón del buró.

—¿Ya desayunaste? —le entrego el cargador, resistiendo las ganas que tenía de besarla.

—Solo tomé un poco de leche —admitió, deseando abrazarle.

—¿Tienes tiempo de desayunar? Hace tiempo, una chica linda me enseñó a hacer panqueques —hablaba de ella—. Si tienes prisa o planes, entenderé.

—Albert salió de día de campo con su novia y Anthony debe estar jugando fútbol; lo hace todos los fines de semana, no quedamos en nada para después.

—¿Cuántos quieres?

—Tres —sonrío, aunque en realidad había pensado que no tardaría más de cinco o diez minutos ahí.

—Conéctalo ahí —señalo el enchufe—. Iré a prepararlos.

Por supuesto, facilitándose las cosas, solo midió los ingredientes y vació todo en la licuadora, le activo por un minuto y preparo la sartén.

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