Capítulo 19

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Mario despertó y su primera visión fue la espalda desnuda de Gabriela, sonrió al ver esos lunares que tanto le encantaban.

Se puso de pie, recogió los boxers que estaban en el suelo y se hincó frente a ella. Lucia hermosa dormida. Tan pacífica, tan perfecta.

Sintió cómo una extraña sensación lo invadió, tal vez era alegría, no lo sabía. Se paró y salió del cuarto sin hacer ruido, iba a dejarla descansar.

Bajó a la cocina, sirvió un plato de cereal y se sentó frente al televisor a ver un programa matutino.

–¿Señor?

Mario casi tira el tazón que traía en una mano al ver a Gabriela con el cabello revuelto y la camisa que él había utilizado el día anterior.

–¿Qué haces despierta tan temprano? –Preguntó casi agitado.

–Escuché ruido –Parpadeó lentamente–. Y tuve miedo al no verlo en el cuarto.

Tragó duro cuando escuchó sus palabras, la recorrió de arriba a abajo con la mirada y vio sus largas y blancas piernas al descubierto.

–Deberías regresar a dormir. Luces cansada –Dijo tratando de evitar sus pensamientos.

–Me daré un baño.

–Anda.

Mierda. Mierda. Mierda.

Iba casi empezando el día y ya tenía una erección, pero no era nada que no pudiera quitarse con un baño de agua fría… junto con Gabriela.

Por la tarde, Mario fue al consultorio de Lennart para que le retirara los puntos de la sutura en la mano.

Era increíble no tener más ese pequeño estorbo al tratar de cerrar la mano. Y aunque no había recuperado la sensibilidad del todo, sabía que iba a mejorar con el paso de los días.

–Bien, tu mano se ve mucho mejor. Parece que me hiciste caso.

–He tratado de llevar tu recomendación al pie de la letra –Mario se encogió de hombros.

–Me alegro. Pronto comenzarás a recuperar la sensación que tenías antes.

–Me quedará una marca, ¿cierto?

–Por el momento sí. Con el tiempo la cicatriz se adelgazará e incluso parecerá como si se fuera difuminando, sin embargo existen cremas o ungüentos que ayudan a que se desvanezca en gran parte –Comentó Lennart.

–Deberías recomendarme alguna. Mi mano se verá horrible –Dijo Mario con desagrado.

–Eres muy vanidoso, amigo –Giró la cabeza de lado a lado.

–Vamos, Len, no creo que a las personas les agrade saludarme con una enorme cicatriz ahí. Será como un bordo.

–Bien, bien. Toma –Le tendió el brazo con una nota en la mano–. Cómprala y aplícala todas las noches.

–Eso haré.

–Y… dime, ¿cómo está tu novia? Gabriela, ¿verdad? –Preguntó con interés Lennart.

–Ella… está bien. ¿Por qué lo preguntas? –Dijo con intriga.

–¿La quieres? –Cuestionó seca y duramente.

La garganta de Mario se secó. ¿Qué si la quería? ¡Dios santo! ¡Lo estaba poniendo en una encrucijada! Es más ¿Qué era querer?

–Claro que sí ¿no crees que si no fuera así no sería mi novia? –Contestó como si nada.

–Avísale a tu cerebro que para la próxima vez te ayude a sonar un poco más convencido –Lennart levantó una ceja.

Mario se levantó de su lugar y sin decir nada salió del consultorio. No sabía que iba a hacer pero tenía que aclarar todas sus dudas pronto.

Cerca de las 8 PM regresó a su hogar y esperaba todo, menos encontrarse a Gabriela poniendo la mesa para cenar de una forma tan seductora.

–Ha vuelto –Ella sonrió.

Mario parpadeó para comprobar que no era una ilusión.

Gabriela llevaba un vestido morado a medio muslo y se había recogido el cabello en una coleta alta dejando al descubierto su cara y sus hombros totalmente.

–He cocinado estofado de res con verduras –Se acercó a él y le tomó la mano–. Espero que le guste.

Lo encaminó a la mesa y le pasó un plato. Ella se sentó frente a él y lo cuestionó –¿Le ha ido bien en el médico?

Increíblemente cada día que pasaba, Gabriela lo sorprendía con su sencillez y le demostraba una fidelidad que jamás había conocido.

Su Inocencia (Mario Götze)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora