Capítulo 22

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Viernes.

Hacía tres días desde la charla entre Mario y el agente Adler. No había sabido nada interesante sobre su caso, solamente que ya se encontraba en Wismar e indagaría entre las cuatro imprentas que se dedicaban a distribuir periódicos en la ciudad.

El reloj marcaba las 5:38 PM. El día había sido aburrido y esperaba que dieran las 7:00 PM para salir del trabajo e ir a cenar a casa con Gabriela.

Mario tecleaba monótonamente unos datos en una plantilla de Excel, a veces prefería hacer las cosas por él mismo en lugar de encargarlo a alguna de las secretarias o a los empleados. Estaba tan concentrado en su trabajo que no se dio cuenta cuando su teléfono comenzó a sonar.

Antes del último timbre alcanzó a contestar agitadamente.

–¿Hola?

–¿Sr. Götze?

–Sí.

–Soy el agente Adler. Estoy en Munich.

<<Por fin>>

–¿Cómo está? ¿Tiene buenas noticias? –Preguntó con desesperación.

–Más que buenas, diría yo. He conseguido el diario y no solo eso, unas personas del lugar me dijeron que hay otros Montgomery en la ciudad. Por intuición puedo decir que son familiares de su novia.

Esas sí que eran excelentes noticias para Mario. Podía averiguar más sobre los posibles familiares de Gabriela, pero lo haría después de darle la sorpresa del periódico.

–¿Podemos vernos ahora mismo? –Dijo con desesperación.

–Aún estoy en la estación de trenes, podemos reunirnos en la misma cafetería del otro día en más o menos 40 minutos.

–Perfecto, lo veo ahí.

Colgó la llamada. Lo minutos se le harían eternos. Estaba emocionado por ver la anhelada nota que tanto adoraba Gabriela. Desconocía totalmente su redacción pero debía tener un valor muy especial para ella.

No esperó el tiempo prudente y salió disparado al café que quedaba más o menos a 15 minutos de su oficina. La noche comenzaba a aparecer pero no el agente Adler, quien llevaba ya 10 minutos de retraso.

Mario comenzaba a jugar con sus dedos sobre la pequeña mesa. Llevaba ya la mitad de su latte y si el agente tardaba más, terminaría por pedir un segundo. Comenzó a observar su alrededor. Parejas jóvenes, adultas. Grupos de amigos. Ancianos. Y él era el único que se encontraba sólo.

Recargó su espalda en el respaldo de la silla y cruzó sus brazos. Cerró los ojos y al abrirlos lo primero que vio fue a una chica de la mesa de enfrente que le guiñó un ojo. Él frunció el ceño y entonces la voz del agente Adler llamó su atención.

–Parece que no pasa desapercibido para algunas, Sr. Götze.

–Ni me lo diga. Pero bueno, ¿trae el periódico? –Mario desvió el tema.

–Claro, incluso me he tomado la libertad de conseguirle una caja de regalo. Dijo que sería una sorpresa para su novia.

Su cara se iluminó, no lo había pensado, planeaba entregarle el papel a secas y ahora se le había ocurrido una nueva idea, pero se encargaría de ella después de despedirse del agente.

–No tengo palabras para agradecérselo.

–No tiene por qué hacerlo, ese es mi trabajo. Debería echar un vistazo a la nota.

Mario desdobló las páginas. Tomó la sección de sociales y el agente señaló un pequeño recuadro con una foto.

Juntos para siempre’

<<Foto adjunta>>

Se ha cumplido el sueño de Laura Meissner y Franz Montgomery, quienes ante el altar se unieron en matrimonio el pasado sábado 8 de abril. Haciendo su elegante entrada en la torre de la Iglesia de Santa María, y luciendo un hermoso vestido de novia, llegó Laura hasta el altar dónde la esperaba Franz para recibir la bendición de Dios. Esta nueva etapa de sus vidas fue celebrada por sus familiares y amigos quienes les desean paz y felicidad eterna.

Seguramente la nota no era lo más importante, sino la foto. Y no podía creerlo. Gabriela y su madre eran idénticas. Ahora entendía de quién había heredado esa belleza.

–Nuevamente, mil gracias.

–De nada, Sr. Götze.

Mario tomó la caja y metió la página del periódico en ella. Se despidió del agente Adler y salió del lugar.

Pasaban de las 7 PM y seguramente Gabriela estaría preocupada por él, pero lo que haría valdría la pena que llegara más tarde.

Gabriela miraba el reloj impaciente. Mario nunca llegaba más de las 7:30 PM y casi era una hora después. Se estaba resistiendo a llamarle a su celular pues tal vez estaba ocupado y podía interrumpirlo.

Pero el alma le volvió a su lugar cuando escuchó el ruido del motor del auto de Mario. No quiso recibirlo con entusiasmo pues tal vez solo lo haría cabrear sin necesidad alguna, así que se dirigió a la cocina para calentar la cena y servirla.

Escuchó el ruido de la puerta al abrirse y cerrarse. Los fuertes pasos de Mario eran señal de que se dirigía a la cocina.

–Gabriela.

Ella sintió como si una ligera descarga hubiera dado en la columna cuando escuchó su voz. Volteó y se quedó estática al ver tal escena.

Mario estaba parado a tal vez dos metros de ella sosteniendo la caja del regalo y un ramo de rosas.

–Sr. Mario…

–Feliz cumpleaños atrasado –Dijo con una media sonrisa y caminando hacia ella.

Le entregó ambas cosas y ella no sabía qué hacer.

–Pero, ¿qué es esto? –Preguntó Gabriela sin entender nada.

–Tu cumpleaños fue hace dos meses, ¿no es así?

–Sí, pero…

–Pero nada y abre tu regalo –Le ordenó.

Se sentía tonto haciendo esas cursilerías. No sabía nada de flores, pero la encargada de la floristería le había recomendado llevar las clásicas rosas que nunca fallaban.

Gabriela quitó la cinta adhesiva que sellaba la caja. No podía adivinar qué era lo que había adentro. ¿Sería un libro? ¿Una película?

Retiró la tapa y se encontró con otra envoltura. El rectángulo estaba cubierto con papel y no dejaba ver lo que era. Pero cuando lo desenvolvió totalmente, su rostro de sorpresa fue inevitable.

–Sr. Mario.

Gabriela prácticamente saltó para abrazarlo. Se colgó de su cuello y Mario la abrazó por la cintura.

–Gracias. Gracias. Gracias. Mil gracias, Sr. Mario –Dijo sollozando.

Lo miró directamente a los ojos y se atrevió a besarlo. Fue como si Mario se hubiera sentido completo por primera vez en su vida.

–¿Cómo lo consiguió?

–Los detectives no solo existen en las películas –Se encogió de hombros.

–No sé cómo pagárselo –Volvió a abrazarlo.

–No tienes por qué hacerlo.

–Lo quiero –Le dijo inesperadamente.

Lo quería. No podía creerlo. Lo quería realmente.

–Yo también te quiero –Devolvió.

Su corazón se estrujó por completo, pues él también sentía lo mismo por ella.

Su Inocencia (Mario Götze)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora