Capítulo 20

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Gabriela había preparado esa cena especial para Mario debido a que regresaría a trabajar al día siguiente.

Para él, era grandiosa la forma en que ella se comportaba. Y simplemente no entendía por qué.

El día había sido largo en la oficina de Mario. Había revisado de arriba para abajo y viceversa los movimientos que se realizaron en su ausencia y para su fortuna, todo estaba en orden.

La noche era oscura y fría. Pedía que Gabriela hubiera preparado algo de café para tomarlo mientras veía el noticiero, pero al entrar a su casa, ella no estaba ahí esperándolo como siempre.

–¿Gaby? –Preguntó al aire–. ¿Dónde estás?

Al ver que no respondía, corrió a la planta alta a revisar su habitación y tampoco se encontraba ahí. Pero su instinto lo llevó a asomarse por una de las ventanas que daba al patio de la casa, y fue cuando la vio.

Bajó, abrió la puerta y salió para encontrarla.

–Gabriela… –La llamó.

¿Qué ocurría? Gabriela estaba sentaba en una banca de jardín, tenía las piernas juntas con el cuerpo en posición fetal. Estaba casi helando y ella se encontraba en shorts.

Mario se quitó la gabardina que traía encima del saco y se la colocó a ella.

–Gaby, ¿qué sucede? –Volvió a preguntar.

Ella levantó la cara. Sus ojos estaban llorosos, su nariz y sus mejillas estaban rojas y aparte temblaba de frío.

–Gracias –Se acomodó la prenda y la abrochó.

–Vamos adentro. Hace frío –Sugirió.

–No, quiero quedarme aquí.

Mario se sentó a su lado y la abrazó. Gabriela lo apretó y sintió el calor de su cuerpo, nunca antes había necesitado tanto el abrazo de una persona.

–Dime qué ocurre. ¿Te sientes mal? –Insistió.

–No –Contestó desganada.

–Gabriela, mírame –Le tomó el mentón y la obligó a mirarlo.

Los grandes ojos azules de Gabriela se veían apagados, como si hubiera estado llorando por mucho tiempo.

–¿Me dirás que es lo que tienes?

Ella se mordió el labio y soltó un suspiro.

–El pasado me ataca.

¿Era eso una metáfora? ¿O acaso era algo real?

–¿A qué te refieres con que ‘te ataca’?

–Vuelve justo en el momento que no quiero recordarlo –Se relamió el labio inferior.

Las preguntas invadieron a Mario y era hora de que Gabriela respondiera todas sus dudas.

Ella estaba recargada en su hombro, mientras que con sus delgados brazos, se aferraban al de él.

–¿Cuál es tu nombre completo?

El silencio de la noche se hizo presente y el viento sopló. Unos segundos se sintieron como una eternidad para escuchar la respuesta.

–Gabriela… Janelle –Pausó–. Montgomery.

–¿De dónde eres? –Le dijo inmediatamente.

–De Wismar.

¿Wismar? ¡Eso estaba al otro lado del país! ¿Qué hacía en Munich?

–¿Y tus padres? –Preguntó con terror.

¿Qué iba a pasar si había una familia llorando por su regreso?

Gabriela soltó un quejido que pronto se convirtió en ligeros sollozos.

–No están conmigo –Respondió cortadamente.

–¿Murieron?

Ella asintió con la cabeza.

<<Era huérfana>>

–¿Cuándo? –Cuestionó temeroso.

–Yo aún era pequeña.

Mario sintió cómo el frío le caló hasta los huesos al escuchar sus palabras. El dolor marcado en ellas era como fuertes golpes que dolían en el alma.

–¿Cuándo es tu cumpleaños? –Le acarició el cabello.

–14 de noviembre.

<<14 de noviembre>>

Era enero. Hacía ya dos meses de eso. Gabriela le había ocultado que había cumplido años, pero ¿por qué? ¿Cuál era la razón? ¿Qué estaba pasando?

–¿Cómo se llamaban tus padres?

–Franz y Laura Montgomery.

–¿Y qué fue lo que pasó con ellos?

–Mamá murió cuando yo tenía 4 años –Sollozó–. Sé que tenía una enfermedad que jamás supe su nombre. Y mi papá falleció en un accidente de auto. Yo tenía 8 años. Al no tener ningún familiar conmigo, me enviaron a la casa hogar en la que permanecí 9 años.

–Continúa –Ordenó.

–Las monjas del lugar cuidaban de nosotros y cuando una familia iba a visitar el orfanato, nos emocionábamos, éramos ilusos al pensar que saliendo de ahí iríamos a un buen hogar –Se limpió las lágrimas–. Un día, un matrimonio llegó diciendo que buscaban un hijo adolescente, los grandes estábamos felices y todos queríamos ser los elegidos. La mujer era hermosa y hasta se veía sincera, me llevaba regalos y hablaba dulcemente del cariño que me tenía. Después de tantos meses fui adoptada por ellos y me dijeron que viviríamos aquí en Munich –Respiró profundamente–. Pero todo fue una trampa.

–¿Fue cuando llegaste al bar de Marco?

–Sí. Ellos me dijeron que todo lo habían planeado. El señor Marco buscaba chicas jóvenes para trabajar ahí.

La habían engañado de la forma más vil para llevarla a ese maldito y asqueroso lugar.

–¿Te hicieron algo? ¿¡Marco te hizo algo!? –Se exaltó.

Si Marco había sido capaz de ponerle un solo dedo encima iba a matarlo con sus propias manos.

–No, no me hicieron nada. No se preocupe.

<<Menos mal>>

–Gaby, ¿estás segura que no tienes más familia en alguna otra parte de Alemania?

–No lo sé.

–¿No tienes algún recuerdo de tus padres? Tal vez algo que ayude a averiguarlo.

–Lo único que tenía era un recorte de periódico de 1995, cuando mis padres se casaron.

–¿Qué pasó con él? –Preguntó con interés.

–Lo perdí cuando salí de la casa hogar.

Mario la abrazó fuertemente y la consoló cuando rompió a llorar.

Gabriela había pasado por muchas cosas ya, como para que él le continuara destruyéndole la vida. Tenía que remediarlo de algún modo pues él había formado parte de ese sufrimiento.

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Hola chicas :)

Perdón por no haber subido un capítulo ayer, pero es que he estado un poco enferma y tenía mucha tarea que hacer, pero aquí está haha.

Feliz Thanksgiving para aquellas que lo celebren! xx 

Su Inocencia (Mario Götze)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora