Capítulo 14

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Un par de horas después, Gabriela había despertado completamente mareada. Mario siguió las indicaciones de Lennart y le suministró una tableta del medicamento que había dicho, tomó agua y volvió a dormir por un buen rato más. Repitió la acción dos veces más en el día, la noche había caído y él también necesitaba descansar, había pasado el día cuidándola que no se dio cuenta de las horas que eran.

A la mañana siguiente, Mario despertó y notó que Gabriela no estaba a su lado, se paró rápidamente de la cama y escuchó ruidos en el baño. Al abrir la puerta, ella se encontraba ahí, envuelta en una bata recargada contra el lavamanos.

–¿Qué haces de pie –Dijo Mario completamente alarmado.

–Tomé un baño –Habló en un susurro.

–No tenías por qué levantarte, ayer tenías fiebre y estabas mareada.

–Hoy es lunes, usted tiene que ir al trabajo y debo preparar su desayuno.

–¡Eso no importa! –Él elevó la voz–. ¡Yo no iré a trabajar hasta que tú estés bien!

Los ojos de Gabriela estaban cristalinos, le había gritado fuerte y le daba miedo cuando lo hacía.

Mario la observó y de inmediato se arrepintió de lo que había hecho. Ella aún se veía mal, tenía las mejillas rojas y se veía desganada, entonces caminó con ella de la cintura hasta la cama. Sacó una pijama de los cajones del closet y se la entregó.

–Cámbiate y no te pares de la cama, necesitas descansar –Suspiró.

Cuando estaba a punto de salir de la habitación, Gabriela lo llamó.

–Señor Mario.

–¿Sí? –Dijo volteando.

–Gracias.

Esa niña le estaba trayendo problemas. Al principio pensó que sería divertido tener una chica a su disposición las 24 horas del día pero no contaba con que fuera como ella.

A la menor muestra de afecto, ella se asustaba, la tenía que forzar casi siempre a besarlo o tener sexo y para colmo, sé enfermaba y tenía que cuidar de ella.

Gabriela estaba débil, pero por lo menos sentía que la fiebre estaba disminuyendo. Sin embargo le sorprendía que un hombre tan duro como él cuidara de ella, cualquiera que lo viera diría que estaba preocupado y ella lo dudaba.

Minutos después, el ruido de la puerta la sorprendió.

Mario entró a la habitación con una charola y un plato que humeaba en sus manos, lo puso en una mesa y se acercó a ella.

–El doctor ordenó que comieras algo ligero, preparé sopa de pollo.

Le colocó la charola en las piernas y le ordenó que comiera, pues la observaría desde una de las sillas del cuarto.

Cuando terminó, Mario le ordenó que descansara y que sí volvía a pararse, era capaz de atarla a la cama.

<<Atarla a la cama>>

Se observó las muñecas y recordó lo que había hecho con ella hacía dos días. ¿Cómo podía Mario ser tan cruel algunas veces, y otras comportarse como si nada?

Su Inocencia (Mario Götze)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora