Capítulo 26

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Mario no había conseguido dormir en toda la noche pensando en por qué Gabriela no contestaba ninguno de los dos teléfonos.

Sus sábanas estaban completamente arrugadas de las mil y una vueltas que había dado en la cama, pero simplemente no podía dejar de pensar en ella.

Se animó a levantarse y lavarse la cara, quería convencerse que Gabriela solamente estaba dormida o no escuchaba su celular, pero no perdía nada en volver a intentar una llamada más.

El resultado fue el mismo de la noche anterior. Nadie respondía.

Tomó un baño y se vistió formalmente como lo hacía a diario. Su reloj marcaba las 8:17 AM, buena hora para desayunar, pero ni siquiera podía pasar bocado con el nudo en la garganta que sentía.

Tratando de despejar su mente, salió a dar un pequeño paseo por los alrededores del hotel. Tenía que estar a las once en punto en la filial y después discutirían el problema en una junta con los demás accionistas.

Jamás se había fijado en las parejas a su alrededor. ¿Él se vería de la misma forma cuando estaba con Gabriela? Todos lucían felices, y él se sentía plenamente feliz cuando estaba con ella.

El día comenzaba a nublarse y la lluvia amenazaba con caer pronto. Sabía que era tiempo de ir a la empresa antes de que se mojara y arruinara su traje.

Mario entró a la recepción de la compañía y pidió hablar con el gerente encargado y pasó a su oficina. Quería saber más detalles del problema para antes de reunirse con los demás socios.

Sin embargo, ni siquiera la situación que pasaba en la empresa lo había mantenido distraído de sus pensamientos. Gabriela ocupaba toda su mente en esos momentos.

–Sr. Götze, ¿nos haría favor de pasar a la sala de juntas con los otros socios? –Pidió una secretaría amablemente.

–Sí –Contestó por inercia, cuando en realidad no tenía idea de que iban a hacer.

Entró a la sala y tomó asiento. Aún faltaban dos hombres que en esos momentos no le importaban quienes eran. Sentía una presión en su pecho, como si algo malo ocurriera. Sabía que no debía hacerlo pero marcó nuevamente al teléfono de Gabriela y nadie respondió y pasó lo mismo con el número de la casa.

Algo andaba mal. Ya habían pasado muchas horas como para que Gabriela siguiera dormida o no escuchara alguno de los aparatos.

Aflojó su corbata para sentirse más liberado y se puso de pie dispuesto a salir de ahí.

–Tengo que retirarme –Alcanzó a decir.

–¿A dónde va? Lo necesitamos. Debemos resolver este problema –Dijo uno de los accionistas.

–¡No me importa! Tengo un problema más grave –Respondió con brusquedad.

–¿¡Qué puede ser más grave que perder millones de euros!? –Habló otro de los hombres de la sala.

–Mi novia.

Eso fue lo último que dijo para salir de ahí y darse cuenta que afuera estaba cayendo casi un diluvio, pero ese no fue impedimento para ir y recoger sus cosas al hotel.

Debía ir rápido al aeropuerto y cambiar la hora de su boleto. Le urgía llegar ya mismo a Munich y descubrir qué ocurría con Gabriela.

Entre empacar y entregar el cuarto, desperdició aproximadamente una hora, y otros treinta minutos en llegar al aeropuerto.

Su desesperación crecía cada vez más. Todo el lugar estaba repleto de personas que iban de un lado a otro.

Mario se acercó a un cubículo en donde se encontraba una mujer algo mayor.

Su Inocencia (Mario Götze)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora