Capítulo 24

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El viaje a la playa había sido todo un éxito.

Los días se les hicieron cortos. Esquiaron en el agua, practicaron skydive, rentaron motos acuáticas y cada noche volvían a hacer una fogata.

Mario se había relajado como nunca, pero quien había disfrutado realmente era Gabriela. No quería separarse de la arena ningún momento, hasta había juntado una cubeta con conchas y caracoles como colección.

–Sr. Mario, su celular está sonando –Gabriela entró a la habitación con el teléfono en la mano.

–Gracias.

Contestó la llamada sin conocer el número, total, que más daba.

–¿Diga?

–¿Mario? –Habló una voz rasposa.

–¿Quién habla?

–¿Acaso ya te olvidaste de tu amigo? –Alguien al otro lado de la línea rio.

Mario meditó unos segundos. –¿Lukas?

–¡Eso es todo, Mario! ¿Tanto ha pasado que no me recordabas?

–Casi un año y medio.

–Así es, pero finalmente hemos vuelto.

–¿Hemos? ¿Gustav también está aquí?

–Sí, y estamos listos para salir a la vida nocturna de Munich, ¿qué dices?

–Lo siento, pero no puedo.

–¿¡El gran Mario Götze me está diciendo tal barbaridad!? ¡Debes estar loco!

–No es eso, preferiría que vinieran a mi casa, ¿por qué no vienen en un rato y les explico?

–Todo sea por descubrir la verdad tras el misterio de tu ya no existente vida social –Soltó una carcajada.

–Los espero –Dijo Mario ignorándolo.

–Está bien, nos vemos en un rato.

–Adiós –Colgó.

Lukas y Gustav eran los viejos amigos de la infancia de Mario. Eran inseparables, incluso habían llegado a vivir juntos y compartido cientos de momentos, pero hacía casi un año y medio, ambos habían emprendido un viaje alrededor del mundo según ellos buscando nuevos horizontes.

Pero habían vuelto y eso significaba que pondrían la vida de Mario patas arriba. Eran amigos, pero eran distintos en muchos sentidos. Mario era un seductor por naturaleza, amante de las mujeres y no podía resistirse a ellas, pero Lukas y Gustav se habían dedicado a jugar con todas las chicas que habían conocido de formas terribles. Apuestas, acostones, bromas. A pesar de su edad, nunca tomaban nada en serio, solían seguir siendo como adolescentes.

–¿Sr. Mario? –Gabriela lo interrumpió.

–¿Qué pasa?

–¿Qué desea cenar? –Preguntó inocentemente.

–No lo sé, lo que sea está bien.

–De acuerdo –Dijo a punto de salir de la habitación.

–¡Espera! –La detuvo–. ¡Por un segundo he olvidado que tendremos visita!, así que prepara algo decente, por favor.

–¿Visita? –Preguntó al pensar que había escuchado mal.

–Sí, unos amigos vendrán.

Gabriela estaba desconcertada, pero bueno, a final de cuentas él era el que mandaba y si decía que alguien iría a la casa, era porque así sería.

Su Inocencia (Mario Götze)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora