El fin de semana siguiente, Mario y Gabriela fueron a Starnberg a cenar.
El trayecto de ida era silencioso. Ella iba mirando la carretera por la ventana del auto mientras escuchaba la radio y tarareaba la melodía que sonaba. Mario la miraba de reojo admirándola.
–¿Starnberg sigue estando en Alta Baviera?– Preguntó con curiosidad Gabriela.
–Así es –Hizo una pausa–. Cuando era niño solía venir los fines de semana con mi familia aquí.
–Señor Mario –Lo llamó y él volteó–. ¿Cuántos años tiene?
–25 –Respondió desinteresadamente.
Ella acababa de comprobar lo que venía pensando días atrás. Estaba segura que no era un señor literalmente, seguía siendo un adulto joven.
El viaje siguió con su recorrido y no pasaron más de 20 minutos cuando se encontraban frente a un restaurante de lo que al parecer era comida italiana.
Mario tomó a Gabriela de la mano para entrar al establecimiento. Tomaron asiento en una de las mesas del lugar y recibieron las cartas del menú. Ella lo leía atentamente, mientras que él la observaba. Se veía muy bien en ese vestido blanco y el maquillaje la hacía verse mayor, como él quería, pues sin él solamente reflejaba inocencia.
El mesero, que anteriormente les había entregado las cartas, se acercó y Mario notó que este miraba a Gabriela con cierto interés.
–Si usted gusta, puedo recomendarle una de las especialidades de la casa señorita –Dijo efusivamente y con una sonrisa, el mesero no mayor de unos 20 años.
Gabriela se ruborizó. Puede que no supiera nada de hombres ni de relaciones, pero sabía que el chico le estaba coqueteando.
–Y si tu gustas puedo partirte la cara si sigues viendo a mi novia de esa forma –Mario respondió molesto.
Gabriela abrió los ojos de la impresión.
<<Su novia>>
Todo le pasó por la cabeza, menos que él la fuera a llamar así alguna vez.
Y no solo ella se había impresionado, sino también el chico, que ante el comentario que acababa de escuchar, pidió disculpas y se retiró velozmente para mandar a otro mesero en su lugar.
Después del incidente, ambos ordenaron pasta y vino. Mario esperó a que el mesero se retirara para entonces hablar.
–¿Acaso no te diste cuenta de cómo te miraba ese imbécil? –Dijo en un intento de no sonar tan exaltado.
–No –Gabriela mintió.
–¡Te comía con la mirada como si yo no estuviera aquí! –Alzó un poco la voz llamando la atención de los clientes a su alrededor.
–Lo siento mucho, no hice nada para que él me mirara así –Dijo Gabriela pidiendo disculpas y agachando la mirada.
–Ya, no importa.
Mario tomó su teléfono ignorando a Gabriela, quien se dedicó a esperar a que trajeran sus platillos.
Odiaba el hecho de que la miraran. Nunca le había molestado que los demás vieran a la chica con la que estaba, pero con ella era diferente. No era la primera vez que pasaba, cuando habían ido al centro comercial, un chico se había acercado a ella preguntándole su nombre. Al principio no le había molestado tanto, pero se dio cuenta que llamaba la atención más de lo que debería.
Ambos cenaron bajo tensión. Mario, quien planeaba pasar una noche relajada, se había enfurecido. Era suya, él se lo había dejado en claro a ella. Los días anteriores le había dicho que si se le ocurría si quiera mirar otro hombre que no fuera a él, la haría arrepentirse.
Después de un rato, Mario pagó la cuenta y salieron del lugar. El camino de regreso a Munich fue incómodo. Gabriela no sabía qué hacer ante el notorio enojo de él, solo se limitó a mirar nuevamente la oscura carretera y esperar llegar a casa.
Una vez en su hogar, ambos subieron a su habitación. Ella había entrado al baño para colocarse la pijama y quitarse el maquillaje. Se sentía cansada y le dolía la cabeza, solamente quería dormir por un largo tiempo.
Sin embargo, al salir del baño Mario la tomó por sorpresa por la espalda.
–No tan rápido, Gabriela.
<<Oh no>>
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Hola chicas :)
¿Cómo están? Yo muy bien, tuve un día muy ligero en la escuela, incluso salí más temprano de lo normal.
Mil gracias por sus votos y sus comentarios, son increíbles! xx
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Su Inocencia (Mario Götze)
FanfictionMario no tenía idea de lo que le deparaba el futuro y cuando le tocó enfrentarlo, se había arrepentido de robar su inocencia.