Capítulo 16

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Vacaciones. Eso era todo lo que Mario necesitaba y por fin había obtenido.

Esos últimos dos meses, su vida se había complicado. El trabajo le impedía hasta respirar, le había absorbido todo el tiempo. Jamás pensó que un desfalco de las cuentas que mantenían su empresa fuera a causar tanto desastre.

Sus horarios se habían alargado y sus momentos con Gabriela, acortado.

Al llegar a casa ella se encontraba casi siempre dormida en el sofá esperándolo. Algo que había aprendido de Gabriela en ese tiempo, es que era totalmente fiel y terminaba en la raya con tal de apoyarlo. Tal vez era el miedo o la lealtad, pero de la forma que fuera, ella estaba ahí.

Y a pesar de su descanso, Mario tenía que seguir vigilando los movimientos de su empresa desde casa.

Ese día había sido largo para él, pues necesitaba hacer unas cuantas transacciones y pasó horas pegado a la computadora y al teléfono, aunque el sueño estuviera apareciendo debía terminar por revisar sus cuentas bancarias.

Unos suaves golpes en la puerta de su estudio lo desconcentraron. La abrió, y detrás de ella se encontraba Gabriela con una taza de café.

–Sé que aún no termina, por eso le traigo esto –Dijo tendiéndole la taza.

–Gracias, pasa.

Caminó con cuidado y se sentó en uno de los sillones frente al escritorio.

–¿Puedo ayudarlo en algo? –Preguntó con cautela.

–No. Vete a dormir en lugar de estar aquí distrayéndome –Le contestó duramente.

–Sí, como ordene –Dijo Gabriela para levantarse y desaparecer en el pasillo.

Mientras Mario pensaba, tomó la taza de café.

Sí, había sido muy agresivo en su forma de hablarle, pero era verdad, lo estaba distrayendo. Tenían noches sin estar juntos y se moría de ganas por hacerlo, y si ella seguía ahí con esa cara llena de ingenuidad, no soportaría y tiraría todo por la borda para tomarla donde fuera.

Se sentía impotente sentado ahí trabajando, pero no podía descuidar su emporio.

Despegó la taza de sus labios y la bajó con tal fuerza al escritorio que, esta se estrelló en su mano.

Un grito grave hizo que Gabriela se parara de inmediato de la cama y corrió hasta el estudio de Mario.

–¡Señor!

–¡Trae papel o lo que sea! –Gritó exasperado.

Ella corrió al baño por una toalla mojada con la cual limpiar la mano de Mario, que estaba sangrando, no entendía cómo o por qué pero se había cortado.

Volvió al estudio y de inmediato se arrodilló para atenderlo. Se encontraba preocupada por él, tal vez no era una excelente persona, pero no quería que le pasara nada.

El roce de sus manos era mínimo. Gabriela trataba de actuar con cuidado para no lastimarlo, pues él se quejaba de ardor cuando la toalla pasaba por la herida.

–Necesita ir al doctor, puede que sea una herida profunda y necesite puntos.

Entonces, Mario la miró a los ojos. Vio la preocupación reflejada en ellos, estaba siendo sincera con él. De pronto sintió como los latidos se le aceleraron y sus oídos se ensordecieron, era algo que jamás le había pasado.

–Señor, ¿quiere que llame algún médico?

Ignorando totalmente aquella sensación le habló bruscamente. –Lo haré yo, pásame el teléfono.

Con la mano izquierda, comenzó a marcar temblorosamente.

–¿Lennart? Soy Mario, necesito tu ayuda.

–¿Qué sucede?

–Me he lastimado la mano y no lo sé, necesito que me revises, te pido que vengas a mi casa cuanto antes.

–Mario, no puedo salir en estos momentos de la clínica, por favor haz todo lo posible por venir aquí.

–¡Mierda! ¿Y si me pasa algo en el trayecto?

–No ocurrirá nada, así que no pierdas el tiempo y sal de tu casa ahora.

Colgó la llamada y agachó la cabeza.

–Necesito ir a un hospital del centro. Te quedarás aquí, esperándome.

–¡No!

–¿Por qué no? –La miró con desconcierto.

–Déjeme acompañarlo –Dijo temerosa.

Al principio lo dudo pero en parte quería que lo acompañara, por lo que aceptó.

–Está bien, cámbiate la pijama, te espero abajo.

No pasaron más de 5 minutos cuando estaban subiendo al auto. Mario se quejaba del dolor levemente, pero en realidad quería gruñir.

–¿Sabes manejar? –Cuestionó Mario.

–No –Dijo Gabriela mordiéndose las uñas.

–Maldita sea. Recuérdame enseñarte a conducir –Dijo encendiendo el coche y pisando el acelerador.

20 minutos después, ya se encontraban en la recepción de la clínica preguntando por el Dr. Keil quien estaba esperándolo en su consultorio.

Lennart se presentó con Gabriela y viceversa. Revisó a Mario y le explicó que el vidrio de la taza había traspasado la epidermis y la dermis, por lo que era necesario suturar con 5 puntos.

Aplicó anestesia, ‘cosió’ y les explicó los cuidados que debía tener para que la herida no se abriera o infectara y ordenó a Mario que reposara lo más que pudiera, pues no podía hacer movimientos bruscos o querer levantar peso con la mano lastimada de tal forma.

–Lo ideal sería que tu novia te ayude a hacer las cosas sencillas como escribir, mover algún objeto de su lugar y curar la herida –Dijo dirigiéndose a ambos.

Gabriela, quien estaba al fondo del consultorio asintió y Mario la volteó a ver.

–Así que, te veo aquí en dos semanas para retirar los puntos.

–Gracias Lennart.

–De nada– Contestó.

<<Con vacaciones y lisiado, perfecto>>

Parece que serían unos largos e interesantes días para ellos dos.

Su Inocencia (Mario Götze)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora