Capítulo 23

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–¡Es hermoso, Sr. Mario! –Dijo Gabriela frente al extenso mar.

Era increíble la forma en cómo las cosas entre Mario y ella habían cambiado a partir de ese día.

Mario la había enseñado a manejar. Después de haber practicado tantas veces logró controlar el volante y hasta aprendió a estacionarse, pero no sin antes haber estrellado el carro contra un poste y subirse cientos de veces a las banquetas.

Gabriela se apenaba con sus pequeños accidentes, y Mario solamente reía ante la evidente torpeza de ella. No podía enojarse cuando todo con ella se sentía como magia, como ya lo había dicho él mismo, como un adolescente estúpido en su primera cita con la chica que le gustaba.

También le había regalado un celular. Gabriela no aceptaba que lo hiciera, sin embargo el deseaba que ella lo tuviera. Mario disfrutaba ver la emoción con la que ella descubría cosas en el aparato. Le causaba risa el hecho de querer tener una foto de todo momento y descargaba aplicaciones sin parar.

Habían salido a pasear a distintos lugares en Munich sin temor de ser juzgados y sin cuestionamientos. Incluso Mario había presentado a Gabriela como su novia cuando un conocido se cruzaba con ellos.

Se quedaban en el sofá a ver películas hasta la madrugada y Gabriela casi siempre terminaba dormida por lo que él tenía que llevarla cargando hasta su habitación.

Y ahora la traía a la playa. Ella le había comentado que uno de sus sueños era conocer el mar. Y Mario había planeado una escapada de su trabajo para llevarla unos días a Prerow en la avioneta de la empresa.

–Me alegra que te guste –Dijo Mario caminando para alcanzarla.

Gabriela dio giros sobre la arena y corrió por la orilla de la playa. Su largo cabello bailaba con la brisa marina. El borde de su vestido se alzaba con cada salto que ella daba y dejaba al descubierto la parte superior a sus muslos.

–Gracias –Ella lo miró tiernamente.

Mario tomó su suave mano y la atrajo hacía él. Gabriela le sonreía amplia y sinceramente. El sonido de las olas y las gaviotas los envolvió.

–No tienes que agradecerme nada –Dijo besándole la frente.

Fueron de regreso al bungalow en el que se hospedarían. Gabriela desempacó las maletas y colgó la ropa en el armario.

Mario entró a la habitación y se sentó en la cama. –Sabes que Wismar queda a unas cuantas horas de aquí, ¿cierto?

–Sí –Contestó sin dejar de hacer lo que hacía.

–¿No te da curiosidad ir?

–Me gustaría hacerlo –Lo miró–. Pero no ahora. No ahora que estoy aquí disfrutando de algo que jamás pensé que conocería. No es momento para cosas tristes del pasado –Le sonrió.

–Tienes razón –Le quitó la prenda de las manos–. Deja eso y vayamos a la playa.

Corrió contenta al baño con su bolsa para cambiarse la ropa. Mario solamente quitó su camisa y se quedó en el bañador que ya traía puesto.

Gabriela salió con un short de mezclilla y un crop top, tal como la noche en que llegó a casa de Mario.

Él la observó. No entendía por qué no usaba uno de los varios bikinis que la había acompañado a comprar

–¿Te meterás así al agua? –Cuestionó interesado de saber la respuesta.

–Sí, ¿tiene algo de malo?

–Bueno, es que… Compraste un par de trajes de baño y pensé que los usarías.

Ella desvió un poco la mirada y le contestó tratando de no darle mucha importancia. –Me da pena.

–¿Pena? –Mario enarcó una ceja–. ¿Por qué?

–No me gusta mi cuerpo, y no quiero que me vean tan descubierta –Se sonrojó.

¿No le gustaba su cuerpo? ¿Qué tenía de malo? Para él era perfecto, no tenía defecto alguno.

–¿Y por qué no te gusta?

–Porque no soy como las demás de voluminosa –Respondió apenada.

Mario soltó una pequeña risa y negó en su interior.

<<Estaba loca>>

–Como digas.

Le tomó la mano y salió con ella para encontrarse con la arena que ya les rozaba los pies.

Una vez que ambos se habían metido al agua, Mario molestaba a Gabriela salpicándole agua y jalándola de las piernas para asustarla. La había cargado y aventado al agua varias veces, además habían jugado a romper las olas.

El tiempo se les había ido volando y antes de que la noche se asomara por completo, habían armado una fogata y asaban malvaviscos.

–Me la he pasado increíble, Sr. Mario.

–Yo también.

–Nunca pensé que las cosas que pasan en las películas realmente existieran –Dijo Gabriela al aire.

–¿A qué te refieres? –Sonrió.

–Los viajes maravillosos, fogatas a la luz de la luna, malvaviscos asados.

–Pasa cuando deseas hacerlo realidad.

Mario se acercó a ella y la besó. No le importó nada y la llevó cargando hasta la cabaña.

Por primera vez en toda su vida, tenía a una mujer en sus brazos y no gimiendo encima o debajo de él. No era simple sexo por placer, era hacer el amor para saciar la necesidad que tenían el uno por el otro.

Los sueños de película también podían traspasar las pantallas y hacerse realidad.

Y claro que también los grandes tropezones como el de ellos podían convertirse en una gran historia de amor.

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Hola, chicas, ¿cómo están?

Lo más seguro es que actualice el lunes porque tengo un fin de semana lleno de tarea, además se me revolvio la historia y tengo que leerla para acomodarla y no subirles mal los capítulos haha :(

Gracias por sus votos y comentarios. Love u♥xx

Su Inocencia (Mario Götze)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora