CAPÍTULO 12

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Samantha

Me desperté de golpe, mis sueños volvían a jugarme una mala pasada, pero está vez Alexander no era él participé de mi pesadilla, sino Nathaniel.

Soñé que se acostaba con la loca de su ex y lograba manipularme para tenerme en sus manos. Simplemente un trago amargo, pues el plan es solamente mío y yo no me quiero dejar dominar por él.

Sé que dejándole el camino fácil, solamente hará que le enorgullezca el egocentrismo, y soy mucho cómo para rendirle homenaje alguno.

Lo primero que hice al llegar al instituto es ir a las taquillas, pasando por al lado del club del baloncesto, pero él no estaba.

¿Qué haces Samantha? No, no lo buscaré, qué me busqué él.

Mi cabeza es un remolino de ideas absurdas y ciertamente no iré a buscar a nadie.

Seguí mi camino, pues sin el amago de llegar a encontrarlo, así que me encaminé directa a la clase.

La clase comenzó y mis pensamientos aumentaron.

Me quedé mirando hacia la ventana, pensando en el beso de anoche, el cual solo aumentaba las ganas de mandar todo a la mierda y follármelo, pero debo de ser estratégica.

Mi humor cambió de receptiva a cabreada, pues mi móvil comenzó a sonar en mitad de la clase.

¡Mierda!

—Browner, entrégueme ahora mismo ese teléfono.

—Disculpe, lo apago ahora —rápidamente apagué el teléfono y me lo volví a meter en el bolsillo de la chaqueta.

—No, lo quiero aquí.

Me levanté sin ganas hasta su mesa, dejándole el móvil en la mano con una cara de pocos amigos.

No me di cuenta de quién me llamaba, pero mil veces le maldigo.

Al terminar la hora, me levanté y fui directa a la mesa del profesor.

—Si os pasarais menos tiempo con esos aparatitos...

—Me llamaron y no lo tenía en silencio por error, no suelo utilizar el teléfono, y mucho menos en clase. —me justifiqué.

—Que sea la última vez.

—Sí —le resté importancia.

Me dio el teléfono y salí de la clase.

Mientras caminaba lo encendí, viendo el nombre de mis ángeles y mis demonios. «Nathaniel»

Le marqué y respondió.

—Princesa.

—Idiota que tú no vayas a clase, no significa que yo tampoco —exclamé cabreada.

—¿Te han quitado el móvil? —indaga buscando molestarme.

—¿Y con qué te llamaría si así fuese? A esto he estado de que me lo quitarán por tu maldita culpa.

Amar hasta quemarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora