Samantha
Me sumergí bajo el agua de la ducha mientras recordaba como sus manos iban a mí cuello y sus dedos hacían presión intentando ahorcarme, pasé mi mano sobre mi cuello que aún presentaba marcas leves.Cerré los ojos por un momento intentando evadir mi mundo, sólo quería tener un momento para mí sin interrupciones. Asimismo mi mente me jugaba malas pasadas, recordando el duro, grueso y gran miembro que sentí entre mis piernas.
Bajé el chorro del grifo llevándolo a mi parte estimulandome con éste.
Recordando aquel momento donde entró en mí, sin preámbulos, sin darme tiempo a dilatar mis adentros, entrando con estocadas que a pesar de no haber estado antes con algo así sentía que podía con ello, llevándome a un éxtasis que me subía al maldito cielo y me recordaba que era una sucia pecadora devolviéndome a nuestro infierno que solo me satisfacía aun más.
Deje caer extasiada la cabeza en el vidrio de la ducha a punto de experimentar el orgasmo que se interrumpió al escuchar ruidos en la planta de abajo.
Me envolví en una toalla bajando lentamente. Me agaché cuando vi una sombra cerca intentando cerciorarme de quién diablos era. Pero no logré ver nada ya que se movió hacia otro lado. Bajé hasta la cocina recogiendo una navaja que guardo como protección en una esquina de la pared y me encaminé hacia la puerta principal dándome cuenta de que la forzaron dejándola abierta.
Mi teléfono comenzó a sonar y rápidamente subí haciendo ruido al pisar los tablones de madera.
Cogí el teléfono sintiendo la respiración de alguien en mi nuca, acelerando mis latidos, me giré y no había nadie.
El teléfono a la otra línea seguía pitando pero sin respuesta. La luz alumbró la pared mientras se reflejaban las sombras. No estaba sola.
Me giré con la navaja en mano lista para clavarsela sea a quién sea.
—¿Qué mierda haces? —me frenó la mano, reduciéndome y quitándome el arma blanca.
—¡Serás imbecil! Menudo susto—dije respirando por la boca.
—Eres tú la loca que deja la puerta abierta.
—¡No la he dejado abierta, tú la has forzado!
—Yo no he forzado nada.
La puerta de la habitación se cerró de un portazo, Nathaniel me apartó yendo tras algo, o mejor dicho, alguien. Me fui tras él, viendo cómo la misma sombra que visualice iba a la cocina, corrí hasta llegar a la cocina, encontrándome con un encapuchado.
Se quedó por unos segundos mirándome y luego siguió corriendo hasta la puerta principal.
Volví a mí habitación. Alguien se atrevió a entrar en mi viviendo vulnerando la entrada, ni en mi maldita casa estaba lejos del ajetreo.
—Samantha.
Se me cayó el pantalón de la cama y lo recogí sin darme cuenta de que seguía en una toalla envuelta con lo que le mostré de más al agacharme.
—Vístete que nos vamos.
Se marchó de la habitación. Y no le hice caso, no me iré con él a ningún lado. Me vestí con un pantalón azul y una camiseta negra básica, me hice una coleta y pude sentir como Nathaniel me merodeaba en el baño.
Pasé por su lado ignorandole y me senté en la cama marcando el número de la policía.
—¡He dicho que nos vamos! —exclamó.
—¡Y yo no he dicho que vaya a ir! —le hablé en el mismo tono.
—¡¿Puedes comportarte luego como una puta niñata?! —me levantó y cogió el teléfono que tenía en las manos para colgar. —¡Han entrado a tu casa y aquí no te vas a quedar!
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Amar hasta quemar
Romance~"Á𝔪𝔞𝔪𝔢 𝔥𝔞𝔰𝔱𝔞 𝔮𝔲𝔢𝔪𝔞𝔯𝔫𝔬𝔰 𝔢𝔫 𝔢𝔩 𝔦𝔫𝔣𝔦𝔢𝔯𝔫𝔬". Los polos opuestos se atraen, pero los que arden y juegan en el mismo nivel se desean hasta permaneciendo en el infierno. ¿Quién dice que los que son de la misma astilla no combi...