CAPÍTULO 27

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Samantha

Aparté al imbecil de encima mía dándole una patada en su entrepierna haciéndole estremecer.

—No he cambiado de parecer.

—Tan perra como de costumbre.

—Sí siempre lo supiste me hubieses dejado cuando te advertí de esto.

—A veces pecamos por el mal.

—Sí, por eso me fijé en tí antes que en Nathaniel.

Comenzó a reír adolorido.

—¿Y quien dice que ese mal nacido es bueno? Te uniste a otro más hijo de puta, que nunca se te olvide.

—Ahora mismo no sé cuál de los dos es más hijo de puta.

Pasé de largo alejándome de él.

No quería estar ahí, así que debería decirle a Scarlett de encontrarnos en otro lugar, uno apartado de cualquiera que me de más malestar ahora mismo.

Encendí el teléfono viendo las llamadas de Nathaniel y como uno de sus hombres caminaba hacia mí.

—La están buscando.

—¿Y te manda a tí? Que tenga huevos y venga él.

—El señor ya está presente.

—¿En donde?

—Su auto esta estacionado aquí.

No quiero ni pensar que ha de haber visto lo ocurrido en incidentes antes. Aunque lo dudo, sé lo posesivo que es y me resulta extraño el que no hubiese actuado en contra.

Caminé hasta el final del parque encontrándome a Nathaniel con los bobos del club de baloncesto. Me quedé escuchando parte de su conversación que solo me enfurecía hasta no poder resistir más.

Amalia

Nathaniel y su estúpido juego de la indiferencia, no sabe que conmigo eso no funciona, yo sé que siente las mismas mariposas que yo al verle.

Me satisfazco únicamente de pensar que vio a la zorra desteñida en acción. Demostrando que la que huevos pintó, huevos pintará.

Caminé hasta el estúpido que tenía una bolsa de hielo en el bajo de sus pantalones. No hacía falta que lo explicara, es una maldita loca y puedo imaginarme que pudo ocurrir.

—Colócate bien la bolsa que nos largamos —me siguió mientras caminaba.

—Estoy por reemplantearme lo de joderle la vida a esos mal nacidos.

—Veo que el golpe hizo que no te regara sangre a la cabeza.

—Estoy cansado de todo, es solo eso.

—¿Te pregunté? No mi amor, por lo que seguiras con lo que planeamos te guste o no. O sino te demostraré otras formas de doblegarte.

—No estas bien de la cabeza.

—Soy una chica caprichosa.

—Loca dirás —susurró y le clave la mirada.

—No hagas que sea realidad tus palabras.

Samantha

—¡¿Apuesta?! —le encaré. —¡¿Eso es tu maldito juego?!

Amar hasta quemarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora