CAPÍTULO 30

265 9 0
                                    

Samantha

—Algo ha ocurrido. Llámalo de vuelta.

Se queda pensando por unos momentos mirando el teléfono, pero niega con la cabeza.

—No son horas para llamadas.

—¿Qué? —le miro con sorpresa—. Puede que haya ocurrido algo, ¡Nathaniel, vuelve a llamarle!

—No pasa nada grave ya que tanto tú como yo estamos aquí. Nadie habita ahí.

—¿Y si robaron?

—Pues que lo lleven a comisaría, no estoy para más dolores de cabeza por esta noche.

—¡¿Puedes razonar por un momento?! No sabes lo que ha podido ocurrir.

—Tú tampoco, así que mejor centrate en limpiar el destrozo de tu fiesta de quinceañera.

Me giro molesta por sus estupideces, el que le llamen de la finca una persona de seguridad me da mucha desconfianza, ¿Y si entraron?, ¿Y si es algo más grave? No me gusta quedarme de brazos cruzados y menos con esos malditos en nuestro camino.

Si hubiese sabido que me daría tantos problemas estar con ese desgraciado jamás se me pasaría por la cabeza cruzar nuestros caminos, por eso y por muchas razones no busco otra vez enamorarme. El amor es para quién no le importa tener que quemarse por ello. Y a mí... me daña más el amar.

A la mañana siguiente, recojo los últimos vasos vacíos, tirándolos a la papelera, Scarlett me ayudó en volver todo a la normalidad y se marchó, no sin antes despedirse del imbécil que se ha pasado sentado mirándome.

—Podrías haber ayudado, ¿Sabes? —digo irónica—.

—No he sido yo el que ha montado tal destrozo.

—Eres la consecuencia de ello.

—Que quisieras llamar mi atención no te excusa de tu fiesta infantil, podrías haberte desnudado, al menos mejoraba mi día.

—Ya te la he mejorado...

Voy a su sitio y no me deja sentarme al lado, sino que me pone encima de él, con mi espalda tocando sus pectorales tras la ropa.

—No del todo —da leves besos en mi cuello—. Aún tenemos que hablar.

—Dijiste mejorar, no empeorar.

—¿Empeoraría por qué eres una mentirosa?

—¿Yo o tú que eres capaz de manipular con tal de llevarte una medallita con tus amigos?

—Yo no tuve que manipularte para hacerte sentir lo que sientes.

—¿Y qué es lo que siento, según tú?

—Para que quieres saberlo, si lo vas a negar —intento girarme para verlo, pero me agarra y me voltea de nuevo haciendo que mire al frente con sus manos en mandíbula—.

—Dímelo.

Se acerca a mi oído y en un leve tono de voz mentolado, me responde;

—Te estás enamorando de este imbécil.

Río por la absurdez que acaba de soltar y me suelto de su agarre para poder girarme agarrándole el mentón.

—Querrás decir que sueñas con que me enamore de tí...

—Mis fantasías son mejores —me tira sobre el sofá y pasea sus labios por mí pecho—. Cómo por ejemplo, mostrarte que yo nunca me equivoco.

Pasa las manos lentamente debajo de mi falda pero todo queda en vano, cuando se empiezan a oír toques en la ventana. Alguien está golpeándola.

—¿Qué mierda? —se levanta de una Nathaniel y lo sigo—. Quédate aquí.

Amar hasta quemarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora