CAPÍTULO 11

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Samantha

Después de todo lo ocurrido, quise centrarme en mí, en cierta parte Julieth tenía razón, le estaba dando mucho de mi tiempo a Nathaniel y aunque le tenga ganas, no dejaré que me cambié.

Hay muchas razones por las que no quisiera volver a enamorarme, lloré mucho en su día y fui la burla del más gilipollas, ahora él que más ruega por mí.

No me arrepiento de haber tenido esa época de amor romántico, me arrepiento de que haya sido con la persona equivocada, ahora estoy en un lío donde buscan casarme con una persona a la que no amo.

Alexander no volvió a sacar el tema, pero sé lo terco que es con lo que se la pasa por la cabeza, y el que mis padres lo supieran solo empeora la situación, cómo siempre se preocuparan más porque cancelé la boda que por mis sentimientos.

Pero mi único interés ahora mismo, es satisfacerme a mí, no a nadie, suene egoísta o no, el amor propio es mejor que el compartido.

Llegaba tarde a clase de ciencias por quedarme dormida, con lo que cogí mi moto y arranqué lo más rápido posible. Si me pusieran falta estaría muerta, ya que mis padres no perdonan el que haya repetido un curso, pero fue por una mala época, en la cual aún no tenía decidido anular mis sentimientos.

Entré a la clase y vi que la profesora había salido un momento, con lo que aproveché para apuntarme cómo que estaba en el papel.

Cogí un boli y taché una equis.

—Princesa —sentí unas manos en mi cintura.

Me alarmé y le quité las manos de mi cintura.

—Estamos en público —dije entre dientes.

—¿Y qué? —le restó importancia.

Le cogí de la chaqueta y lo arrastré hasta fuera de la clase.

—Ya podemos hablar.

—¿Tanto te importa lo que opinen? Tu novio sabe que es un cuernudo.

—Me da igual lo que le digan, lo que tenga contigo es privado.

—¿Lo que tengas conmigo? —me cogió de la barbilla. —¿Y qué tenemos supuestamente?

—Nada —le quité la mano.

—No te enfades, solamente bromeaba.

Se acercó a mis labios y sonrió sobre ellos mientras tenía una mano en mi mejilla y la otra puesta en la pared acorralándome en la situación, haciendo un estrago en mi cabeza su respiración tan cerca de la mía.

Le iba a besar hasta que escuché un carraspeo y me separé rápidamente de él.

—Samantha —me miró y después dirigió su mirada a Nathaniel, el cual le miraba indiferente. —Nathaniel.

—Profesora —le saludé.

—¡Entren ahora mismo!

Entré sin mirarla, no por vergüenza, sino por la rabia de no acabar con mi cometido.

Nos sentamos y comenzó la clase, agradecí que la profesora no mencionara nada, pero seguía con la misma química de antes y más cuando Nathaniel posó una de sus manos en mis muslos.

—Quiero un privado contigo.

—¿Un qué? —reí.

—Dijiste que quieres lo nuestro en un privado, pues quiero ese privado.

—Estoy libre por la tarde —le insinué.

—Me gusta está Samantha receptiva.

—Ya estamos grandes como para cuentos, aprovechemos el momento y vayámonos solos, yo también quiero ese privado.

Amar hasta quemarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora