Capítulo 17

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¿Qué rayos se hacía en ese caso? Detestaba que mi vida se estuviera convirtiendo en algo que no podía controlar. Todo lo que me pasaba jamás me había pasado y me hacía sentir agotada mentalmente.

-No se vale adelantar preguntas. Espérate a mañana –contesté guardando algunas cosas en el refrigerador.

-Oh vamos, tú también puedes preguntar alguna duda de una vez.

Había tantas cosas que quería preguntarle pero realmente eran cosas que no tenían contestación profunda como: ¿alguna vez has sentido celos por alguien? ¿A qué edad perdiste tu virginidad? ¿Cómo fue que descubriste que te gustaban los hombres y las mujeres? Todo eso quería saber, pero eran cosas que, a pesar de ser personales, eran cosas que desaprovechaban mi oportunidad de preguntarle algo muy íntimo. Tenía que aclarar mis ideas antes de elegir la pregunta.

-No. Espérate hasta mañana –seguí firme.

-Es mi juego, no el tuyo –Ian se levantó de su asiento y comenzó a caminar hacia mí.

-Ahora es nuestro juego, grandulón –sonreí –yo también puedo poner reglas y la que pongo es: que las reglas antiguas no se cambien.

Ian puso sus ojos en blanco y bufó.

-Eres una aguafiestas –se acercó a mí –pero dime, ¿por qué me dijiste grandulón?

Me quitó la manzana verde que estaba a punto de morder. Esa manzana combinaba a la perfección con sus ojos.

-Porque eres grande –contesté con voz temblorosa.

Vamos, Tiara, recuerda que estás enojada por lo que te hizo en el restaurante frente a Diego. Actúa como si de verdad estuvieras enojada. Intenté fruncir mi ceño pero fallé miserablemente. No sentía los músculos faciales, solamente me enfocaba en sus brillantes ojos verdes.

-¿Grande de dónde? –preguntó alzando una ceja.

Ese gesto y su sensual voz ronca, bastaron para iniciarme un incendio en mi zona íntima. Comencé a sentir húmedo y froté mis muslos entre sí para poder calmar las cosquillas. Ian notó lo que estaba haciendo, así que acercó su mano con la manzana verde a mis muslos y lentamente comenzó a frotarla por encima de mi short, justo en mi vagina.

-Grande de...

-De mi verga –me interrumpió y sonrió con lujuria –¿te gustaría probarla?

Yo negué con la cabeza muy débilmente. Su sonrisa se hizo más grande y ahora empujó la manzana en mi zona íntima. Aunque tenía short, lo sentí.

-Mi verga es tan gruesa como esta manzana –volvió a darle un empujón –no creo que te quepa... pero podemos intentarlo.

Tragué saliva con mucha dificultad. Miré sus músculosos y tatuados brazos. Después sus pectorales que sobresalían de su torso. Bajé mi mirada hasta su vejiga y ahí vi su erección.

-No... -respondí débilmente –déjame.

Me dio otro pequeño golpe con la manzana haciendo que inhalara con gemido. La lujuria invadió su mirada, oscuresciendola.

-Deja que te la meta –pidió y al ver que yo negué con la cabeza, propuso: -entonces solamente chúpamela. Quiero venirme para ti.

Mi zona íntima se contrajo ante sus sucias palabras. Me mordí el labio y realmente comencé a pensarlo. Su pene era demasiado impactante y no me molestaría bajarle el pantalón junto con su interior, acostarlo en el sofá y examinarlo de cerca. Quería probar a qué sabían las gotas transparentes que recientemente sabía de sus existencias. Quería ver si el escroto era transparente y se podían ver sus testículos a través. Quería conocer muchas cosas pero mi mente me recordó que yo estaba siendo tratada como juguete.

TiaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora