Capítulo 11.

5.9K 298 43
                                    

Salí de mi casa y comencé a caminar lo más rápido que podía. No quería que Ian me volviera a echar de la clase y como siempre, salí de la casa cinco minutos tarde. Una vez llegué a la escuela, dejé de correr y comencé a caminar con grandes zancadas. Al llegar al salón suspiré aliviada al ver que todavía faltaban compañeros y que Ian no había llegado. Visualicé a Ernesto, quien se estaba mordiendo una uña.

No quería saludarlo. Es más, no lo quería ver. No porque lo odiara, sino porque ayer lo vi de una forma que de verdad no quería recordar y si lo miraba, lo recordaría. Así que me senté con la espalda exageradamente erguida en mi butaca, con las piernas cruzadas y las manos en la mesita de la butaca.

-Hola... -me saludó Ernesto con voz débil.

-Hola –contesté sin verlo.

-¿Estás muy enojada conmigo? –preguntó.

Yo negué con la cabeza, todavía sin atreverme a verlo.

-Perdón... no supe qué hacer en ese caso... todo pasó tan rápido que no me dio tiempo a reaccionar. Tiara, por favor perdóname.

Volteé a verlo por fin. Iba con la línea de las pestañas delineada. No era exagerado pero se veía que tenía maquillaje. Su cabello de casco era tan lacio que anoté mentalmente preguntarle cómo le hacía para tenerlo así. Llevaba una camiseta roja de manga larga y con una argolla en el área del cuello, justo donde estaba su manzana de adán. Tenía unos jeans de cuero negros y unas botas igualmente negras.

-No... no estoy enojada –confesé sonriéndole –estoy avergonzada. Qué horror que me hayas visto de aquella forma, tan humillada y sobre todo, que te dejé ahí, solo. En serio, perdóname.

Ernesto le restó importancia y se disculpó otras mil veces conmigo. Los dos seguimos disculpándonos hasta que el portafolios de Ian cayó estrepitosamente en el escritorio. Ernesto y yo volteamos espantados.

Ahora Ian iba vestido con una camiseta tipo polo color negra, unos jeans negros y un par de Converse completamente negros. Su cabello medio largo estaba peinado hacia atrás y lo que brillaba de él eran sus ojos. Tenía la barba incipiente sin rasurar y los labios un poco rosas.

-Amiga... -Ernesto me susurró al oído.

Quise contestarle pero Ian me atrapó en sus ojos. Ambos no nos dejamos de ver. Yo quise quitar mi mirada pero no podía. No por el orgullo de ganar, sino porque sus ojos me hipnotizaron de una forma que no podía explicar. Nunca me había pasado.

-Tiara, escúchame por favor –Ernesto me susurró al oído.

-Antes de empezar la clase –Ian con facilidad despegó sus ojos de mí. Me sentí mareada –quiero darles un anuncio.

Volteé a ver a Ernesto, quien se estaba comiendo las uñas de todos sus dedos al mismo tiempo. Volteé otra vez con Ian y noté que me había estado mirando, pero justo cuando volteé, él miró a Ernesto.

-¿Quieres decirlo tú, querido? –le preguntó Ian a mi amigo que ahora se estaba mordiendo los dedos enteros.

Un momento, ¿Querido?

-Ian y yo... -empezó a decir en voz baja.

-Más fuerte –Ian rugió, haciendo que tanto mi amigo como yo nos sobresaltáramos.

-Ian y yo... comenzamos a salir –anunció un poco más fuerte que antes pero no tanto como Ian quería.

Todos comenzaron a aplaudir. Yo quedé boquiabierta ante la noticia y miré a mi amigo. Él me miró y sonrió con demasiada timidez. Se encogió de hombros y me gesticuló: yo tampoco sé qué está pasando. Volteé a ver a Ian quien me miraba con una sonrisa.

TiaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora