Capítulo 12.

5.6K 335 23
                                    


El camino se me hizo mucho más tolerable que cuando traía tacones. Vivía cerca del bar donde Ian era stripper, o sea, alejado de casi todo. Me había dicho que su casa tenía un portón color dorado y cómo no, era el único que tenía portón y sobre eso, que estaba pintado de dorado.

No me atrevía a tocar el timbre. Realmente quería huir de ahí y simplemente esperar que me diera un infarto cerebral con la música de mis vecinos. Pero tenía que tener respuestas de parte de mi amigo, claro estaba. No necesitaba respuestas de Ian, quien no me importaba en lo absoluto. Si tenía una o mil novias o novios, no era de mi incumbencia.

Toqué el timbre y esperé moviendo la pierna y con los brazos cruzados. Ernesto abrió la puerta después de cinco minutos de esperar. Llevaba su cabello despeinado, manchas de delineado corrido hasta las mejillas y labial por toda la boca y barbilla. Abrió los ojos como platos.

-¿Qué... qué haces aquí, Tiara? –tartamudeó. Tragó saliva.

-Un gusto verte también, amigo –puse los ojos en blanco sin descruzar mis brazos –quiero hablar contigo.

-N-no es por mala persona ni nada de eso, pero es que ya sabes que I-Ian está...

-Ian está aquí –terminó la frase una voz decidida, segura y masculina.

Puse los ojos en blanco y susurré un "ay no" cuando Ian abrió por completo la puerta. Yacía sin camiseta y con los mismos jeans de la mañana. Me miró con una sonrisa altiva.

-Hola, mocosa –saludó.

-Vine a hablar contigo y no pienso irme hasta que me lo cumplas –dije completamente enfadada.

-Lo-lo siento, no puedo.

-Estamos a mitad de una sesión de desvirgarlo –explicó Ian sin pudor alguno –pero podrían ser dos sesiones, si quieres.

Ernesto miró a Ian con un enfado apenas notable de que me haya invitado a tal cosa. No podía ser rudo con él y eso me hizo enfadar más con mi amigo. No podía dejarse intimidar así de fácil porque entonces, lo traería como trapo sucio, tratándolo como él quisiera.

-No gracias. Yo no quiero formar parte de una relación poliamorosa –lo solté con violencia.

Ernesto se quedó boquiabierto y nuevamente volteó a ver a Ian, ahora con ojos tristes. Los ojos verdes de Ian me miraba a mí, estrangulándome, aniquilándome, y yo, lo miraba a él de la misma forma.

-Ni quién te quiera para una relación, mocosa, engreída y malcriada –atacó.

-Pues yo también creía que nadie me quería para una relación hasta que tú dormiste en mi sala y me dijiste que habías dormido "bien" a pesar de tener insomnio. ¿A ti también te contó esa historia, Ernesto? –me comencé a reír con rencor.

-S-sí. Le dije que si podíamos dormir una siesta y él dijo que tenía... que tenía insmonio –miró a Ian y la barbilla le comenzó a temblar. -¿Es- es mentira eso de que tienes insmonio? ¿También se lo dijiste a Tiara? ¿Me estás utlizando, Ian? –bombardeó de preguntas Ernesto con un hilo de voz.

-¿Cómo debes llamarme? –Ian volteó a verlo con llamas en los ojos.

-Papi –susurró Ernesto y no se atrevió a mirarme. Gracias a Dios porque yo me morí de vergüenza.

-Así es. Y ya te dije que tú eres el amor de mi vida. Esta loca hueca está mientiendo. Ella obviamente no sabe cómo actua alguien con amor porque ella no le tiene amor a nada más que a sus pinches zapatos –respondió enojado.

-¡Maldito perro! Claro que he sentido amor y ha sido amor de verdad. No amor solo cuando hay sexo de por medio –bramé – y si lo mío es mentira, entonces no te molestaría que le hablara a Alondra para que me desmintiera, ¿verdad? –miré a Ian con tanto odio que hasta dolía. El odio que le tenía no solamente era mental, sino también físico y mi pobre estómago junto con mi hígado, estaban siendo los afectados

TiaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora