Capítulo 51.

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Carajo. Ni siquiera el gustito del baile me duró un día. No lo podía soportar. Ya había soportado perder a mis padres, las personas que más amaba para poder soportar a otra persona que verdaderamente amé, largarse de mi vida. ¿Era momento de suicidarme? Pensé mientras me metía a la página PornHub para ver de cuál vídeo se trataba. A lo mejor era falso y solamente era una chica que se parecía a mí...

No. Era el jodido vídeo donde Ian estaba como conejo y yo como leopardo. Hacía tres meses habíamos grabado ese vídeo y yo lo veía para masturbarme de vez en cuando. Ese y el primero que grabamos, que anhelaba que ese no fuera publicado. Era el más íntimo. Sabía que él los veía para masturbarse igualmente y me aseguró que solamente él los veía y nadie más... ¿por qué entonces lo publicó? Sí el perfectamente sabía que yo era conocida en las redes sociales y que algo así podría destruir mi carrera antes de que siquiera haya empezado. Maldita sea, estaba destruida. Lo quería matar, como quería llorar. Estaba devastada. Ian me traicionó de una forma que no podía perdonar...

-¡Noooo! –grité y lancé mi teléfono hacia la pared, estrellándose y escuchando como se rompió mi pantalla. No me dolió absolutamente nada. Ya nada me dolería igual. Ian me había traicionado ¿Habrá publicado ese vídeo para tener dinero? Dios mío, las náuseas se apoderaron de mí y corrí al baño. Creí vomitar, pero no pasó nada. Solamente me quedé berreando con la cabeza dentro de la taza del baño.

Me quedé arrodillada recordándome una y otra vez que a lo mejor era una jodida pesadilla la que estaba viviendo. Él me amaba, se le notaba en los poros... ¿por qué me haría eso? ¿O será que me mintió todo este tiempo? Me reí con cinismo al pensar que a lo mejor jamás me amó y formé parte de un juego todo el tiempo y peor aun: que estaba generando dinero con nuestro vídeo. Maldita sea. No, Ian, no.

-¡Ingrato, malparido! –grité hasta que me dolió la garganta. Me eché al suelo acostada. Mi vida oficialmente se había terminado.

Tenía que irme. Puras desgracias me estaban ocurriendo desde que lo conocí. Tenía que largarme a la chingada. No podía seguir así. Pelearía por mi herencia ahora mismo.

Rápidamente salí del baño y corrí a mi cuarto. Agarré el celular quebrado que gracias a Dios, todavía prendía pero ahora tenía una enorme raya negra en la parte de abajo que me impedía ver mucho. Me valía. Mi celular preciado era lo menos que me importaba ahora. Me había destruido. Ian me destruyó una vez más. Joder, lo odiaba con todas mis fuerzas y de hecho, le deseé la muerte varias veces en mi mente sin piedad alguna. Lo odiaba.

-¿Bueno? –preguntó la voz somnolienta de Charles.

Carajo. Eran las nueve de la mañana allá en Los Ángeles. Lo desperté. Me costó un poco volver a hablarle en inglés como regulaba.

-Charles... -chillé como loca. ¿Cómo había sido posible que nunca le hablé? El malparido de Ian me distrajo tanto que se me olvidó lo que verdaderamente era importante en mi vida –Oh Charles...

-¿Señorita Tiara? –preguntó preocupado –Cielo santo, me alegro que por fin haya llamado...

-Por favor ayúdame Charles –hipé –necesito... necesito mi parte de la herencia. Necesito largarme de este lugar lo más rápido posible. Por favor.

Silencio sepulcral. Charles suspiró y yo dejé de sollozar, esperando que me dijera algo.

-¿No supo la noticia? –preguntó con calma y suavidad.

-¿Cuál? –pregunté con el estómago en la garganta, esperando que me dijera lo del vídeo. De solo pensarlo, me llegó una arcada. No podía creer que de verdad estuviera viviendo esta pesadilla -¿Cuál?

TiaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora