Capítulo 30.

5.2K 293 52
                                    


¿Qué podía decir? Era de esperarse que Ian fuera esa clase de persona que destruiría todo a mi paso con tal de darme en la madre.Y por supuesto lo había estado logrando. ¿Pero Diego? Por qué tenía que caer en los juegos de Ian. Él me había dicho que había probabilidad de que yo le gustara. ¿Por qué le seguía sus juegos? Simplemente suspiré.

-Tiara... si me dejaras explicarte, por favor –imploró Diego –te lo juro que entenderías todo...

-No, Diego –lo paré – está bien. No tienes por qué explicarme nada.

-De verdad necesito explicarte...

-Dije que no –ladré, haciendo que se encogiera de hombros –fin de la conversación. Adiós.

Me giré y comencé a caminar hacia mi casa sin mostrar ni un atisbo de emoción. Eso fue por dos cosas: una, porque ya había llorado lo suficiente y me había humillado frente a Ian y dos: porque realmente no sentía nada. No sentía ni coraje, ni tristeza, ni enojo, simplemente me era indiferente y eso era más aterrador.

No quise volver ver a Ian. En este punto de mi vida, era lo que más odiaba. Habíamos sido amigos, me había dado mi primera masturbada y yo le di la primera masturbada de mi vida. Habíamos estado jugando jueguitos de preguntas, había conquistado el corazón frívolo de mis primas y hasta de mi tía, en cierta manera. Había hecho muchas cosas que me conquistaron pero vamos, todo eso se venía abajo cuando hacía locuras como hacerse novio de Ernesto o en este caso, salir con Diego. Nunca podía llegar a sentir verdadero afecto por él porque tarde o temprano, terminaría destruyendo todo lo que había construido como si de alguna torre de Jenga se tratara.

Llegué a mi casa. Pensé que la soldad haría que llorara, que estuviera enojada y gritar hasta quedarme afónica o alguna emoción negativa; pero realmente no sentía absolutamente nada. Estaba cansada. Cansada de ser la víctima de Ian. Cansada de no reconocerme desde que llegué a ese lugar.

Yo sabía que le gustaba a Ian. Yo sabía que estaba haciendo todo eso porque tenía celos. Yo sabía que él estaba sintiendo cosas nuevas por mí. Entonces... ¿por qué no le ponía su puto alto como se lo merecía? Me estaba haciendo añicos cada vez que chasqueaba sus dedos y yo ahí estaba, esperando patéticamente a que llegara un momento donde cambiaría todo, haciéndolo perfecto para mí. Que dejaría sus relaciones, que dejaría su vida sexual pública, que dejaría de ser un maldito conmigo... pero eso jamás iba a pasar.

No me sorprendía que al final de la carrera no me graduara por su culpa o para qué nos íbamos tan lejos, a lo mejor me reprobaría en su materia con tal de no pasar y tardarme más tiempo estudiando de lo normal. Pero honestamente ya no me importaba la escuela. Ya no me importaba absolutamente nada.

Pero... Ian no se iba a salir con la suya.

Tenía que darle una probada de su propia medicina. Tenía que saber quién era Cristal Tiara Evans y por qué nadie se metía con ella. No solamente era porque era una celebridad en Instagram o porque tenía muchísimo dinero; sino porque era demasiado cruel con las personas que lograban fallarme. Si yo le abría el corazón a alguien y éste me fallaba, era declararle la guerra a la mismísima China. Y eso tenía que saberlo...

-¿Cómo te cayó la noticia, querida Cristal? –me sobresalté al escuchar la victoriosa voz de Ian. Ian, que estaba sentado en el marco de mi ventana, tenía que conocer a la verdadera Cristal.

De verdad... de verdad no entendía por qué demonios no había quitado esa ventana todavía. Oh claro, porque me gustaba que me provocara. Me ocasionaba cierto morbo porque era algo nuevo de mí. En los Ángeles, como ya había dicho, todos me tenían respeto y nadie se atrevía a sobrepasarse conmigo por miedo a lo cruel que podía ser si me herían. Entonces Ian, quien no conocía ni conoce esa fase de mí, le ha valido y me ha provocado haciéndome sentir como si fuera una Alondra o un Ernesto más en su vida.

TiaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora