Capítulo 48.

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La música que comenzó a sonar era la típica de campo, con sonidos de animales y viento. Ian salió vestido con la misma bata de seda con la que habíamos llegado y con una diadema con orejas de conejo. Tenía en la punta de la nariz, un pequeño corazón pintado en rojo y unos bigotes negros. Todos vociferaron cuando lo vieron y empezaron las guarradas. Sentí mi sangre bullir con cada piropo sucio y muy inapropiado que le daban.

-Oh, necesito una zanahoria... -anunció por el micrófono. Muchos hombres gritaron que ellos le daban la suya –oh gracias, qué amables. Pero yo tengo una... ¿dónde la dejé?... –y sin previo visto, se arrancó la bata, revelando su sensual calzoncillo y una zanahoria sostenida con el elástico. Se la sacó y le dio un morboso beso en la punta.

Todos gritaron y se levantaron de sus sillas. La temperatura comenzó a elevarse cuando Ian saltó y su enorme paquete se movió hacia arriba y hacia abajo. Sus ojos se posaron en mí y le regalé una tímida sonrisa. Él me devolvió una muy, muy discreta para seguir metido en el papel de Míster O.

Empezó a sonar la canción de Buttons de mi grupo favorito: Pussycat Dolls. Era una versión rémix que hacía la canción más sensual. Se acercó al centro de la mesa donde yacía una silla que apenas había visualizado. Se sentó en ella a horcajadas con el respaldo tocándole el pecho. Lentamente se levantó y comenzó a mover su pelvis hacia adelante, hacia atrás, simulando penetración. El público vociferó y yo cerré bruscamente mis piernas. Demonios, Ian lo notó y me sonrió sensualmente.

Se tiró al suelo y comenzó a gatear como una pantera en mi dirección pero no me miró a mí. Miraba a todos y les regalaba sonrisas sensuales falsas, provocando pre infartos. Una vez estuvo a unos metros de mí, estiró su cuerpo sin bajarse del escenario y me susurró:

-Disfrútalo, nena. Imagina que es solo para ti. Yo estoy imaginándomelo y vaya que me prende –y sin más, se levantó de un brinco, provocando jadeos de gente.

Se acercó a la silla y lentamente se levantó, contoneando su cuerpo como una lombriz muy sensual. Apoyó su mano en el asiento, levantó una pierna y comenzó a mover su pelvis hacia arriba y hacia abajo, con ritmo. Me miró otra vez y me guiñó un ojo. Me sonrojé y crucé mis piernas para evitar las sensaciones intensas que estaba sintiendo de verlo así, haciendo movimientos de penetración.

Giró la silla de forma que el asiento estaba ahora mirándonos y él, muy sensualmente, pasó una pierna a un lado y la otra al otro lado, quedando el asiento entre sus piernas y comenzó ahora a hacer los mismos movimientos pélvicos, dándonos una vista de su espectacular trasero moviéndose. Tiré mi cabeza hacia atrás incapaz de soportarlo. Qué hombre tan sexy. Todos sus músculos se marcaban a la perfección. Los de las piernas, los de la espalda, brazos y abdominales. Se sentó en la silla y comenzó a menear su trasero sobre el asiento. Supuse que ahí los chicos empezaron a imaginarse que se estaba meneando encima de ellos porque estaban gritando e imploraban subirse al escenario y estar sentados en esa silla. No los culpaba, tremendo trasero de tentación que tenía Ian.

-Voy a subir a alguien a que me ayude a comerme mi zanahoria –me miró mientras decía eso. Yo negué con la cabeza mientras veía su imponente zanahoria gruesa.

En eso, vociferaron muchísimas voces de voluntarios para poder ser aquellos afortunados. Ian no despegó la mirada de mí y cuando gesticuló con cierto desespero un: por favor, supe que lo tenía que hacer. No quería...pero lo que sea por mi novio.

Subí al escenario con ayuda de su mano. Muchos gritaron que yo estaba sabrosa, buena y muchas cosas guarras que tensaron a Ian. Cuando literalmente un chico me gritó que no sabía si con su leche me haría un hijo o un flan, Ian me susurró al oído:

-Mejor siéntate, es mala idea.

-No –le respondí y me senté firmemente en la silla con los brazos cruzados.

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